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La guerra que sigue FRANCESC DE CARRERAS

Francesc de Carreras

La semana pasada, en estas mismas páginas, escribí un artículo con el título de La guerra que empieza, en el que sostenía, entre otras cosas, que el remedio (la guerra) era peor que la enfermedad (la situación en Kosovo). Ya todo hacía prever que el fin no estaba cerca y que lo peor de la irreparable y trágica miseria que toda guerra comporta estaba por venir. Desgraciadamente, estas previsiones se han cumplido. La muerte, la destrucción material, las expulsiones forzadas de seres humanos y el odio que todo ello genera han aumentado en proporciones descomunales. De nuevo se ha demostrado que la guerra es la peor de las situaciones, sólo justificable en muy contados casos límite. A las dos semanas del comienzo de los bombardeos, sigue pendiente de respuesta la incógnita más importante: ¿por qué esta guerra?, ¿cuál es la verdadera causa de que la OTAN se haya metido en tal avispero?, ¿cómo es que se ha empezado -aunque no declarado- una guerra que contraviene el mismo pacto constitutivo de la OTAN, la Carta de las Naciones Unidas y las normas de derecho internacional sobre estas materias?, ¿por qué se defienden las posiciones coincidentes con un grupo terrorista kosovar justo en el momento en que un país de la OTAN como Turquía ha secuestrado fuera de su territorio a Ocalan, también contra todas las reglas del derecho internacional, alegando precisamente que pertenece a un grupo terrorista kurdo, y se le somete a un juicio con muy dudosas garantías jurisdiccionales? La respuesta a estas preguntas no es por ahora convincente porque se limita a dos únicos temas: que la culpa es de Milosevic y que deben protegerse los derechos humanos que éste vulnera sistemáticamente. Ciertamente, ambas afirmaciones tienen mucha parte de razón. Las responsabilidades históricas del presidente serbio son más que evidentes y su autoritarismo no democrático, su desprecio por los derechos de las personas y el nacionalismo étnico en que basa su ideología son conocidos por todos. Por otro lado, lo sucedido en el último año en Kosovo es un episodio más de la llamada "limpieza étnica", esa terrible realidad que se ha ido imponiendo en Yugoslavia a medida que el Estado creado por Tito tras la II Guerra Mundial se ha ido disgregando en distintos Estados separados. Ambas realidades son, pues, ciertas, y sin embargo, no son del todo convincentes para justificar el ataque de la OTAN. Si todos los países donde hubiera limpiezas étnicas y vulneración de derechos debieran ser atacados, las guerras serían constantes y extendidas. Sólo en el entorno del Mediterráneo, Argelia, Palestina y el Kurdistán serían ejemplos claros. Pero sin salir de los Balcanes, debe tenerse en cuenta que se permitió la limpieza étnica en Eslovenia, Croacia y Bosnia, expulsando de ellas a unos 700.000 ciudadanos, la mayoría de origen serbio. Por otra parte, como ha indicado una autoridad tan indiscutible en derecho constitucional como es el profesor Rubio Llorente, defender los derechos humanos en abstracto, sin atenerse a las reglas de derecho internacional, da lugar a la pura arbitrariedad, a la defensa de cualquier interés político que, añade el citado profesor, "es lo que probablemente sucede aquí y ahora", en referencia a la guerra en Yugoslavia. Es decir, es probable que, en este caso, la defensa de los derechos humanos sea meramente retórica y esconda las verdaderas razones. ¿Cuáles pueden ser éstas? No cabe duda de que, en este terreno, no puede haber certezas sino meras hipótesis. De las informaciones aparecidas estos días, tres hipótesis tienen ciertos visos de verosimilitud. La primera es que esta guerra -como muchas otras- responde a las necesidades de la industria armamentística, que necesita demostrar que la producción bélica sigue siendo necesaria, expone, cual feria de muestras, un repertorio de sus últimas novedades y, de pasada, aligera algunas de sus existencias. En los últimos meses, Sudán, Afganistán, Irak y Kosovo han hecho subir seguramente sus beneficios. La segunda razón de que se habla es el interés norteamericano en desestabilizar una Europa demasiado fuerte económicamente tras la realidad del euro y su aguante a la crisis financiera del sureste asiático: veremos como esta guerra repercute en los mercados financieros. En tercer lugar, en un terreno más hipotético, también se habla de la posición clave que en el tráfico de drogas internacional proveniente de Extremo Oriente y Afganistán ocupan Albania y Kosovo: otra vez, en cierta manera, la "ruta de las especias". Todo son hipótesis, ciertamente. Pero, a mi modo de ver, en esta guerra, como en la pasada guerra del Golfo, todo han sido y son hipótesis. La verdad verdadera, la auténtica, queda así escondida tras una aparente cascada de información que sólo pretende, en realidad, que no nos enteremos de nada importante.

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