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Escribir a ciegas

VICENT FRANCH Escribir a ciegas es el riesgo auténtico de los que pontificamos a cuenta de ese espacio mágico que nos reservan en la página de opinión un día fijo a la semana. Hoy, por eso, escribo un artículo arriesgado mientras la gestora del PSPV-PSOE está discutiendo sobre el nombre que va a proponer al comité nacional, que se ha de reunir mañana (es decir, hoy), para encabezar la lista autonómica por la circunscripción provincial de Valencia, y sólo cuento como datos fehacientes cerca del ordenador viejas fotos de prensa de los tiempos en que Asunción animaba a Romero hacia la renovación y el cambio y una cierta intuición sobre lo que podría ocurrir. Escribo, pues, especulando sobre los indicios, silencios y certezas que discretamente se han venido dando cita en la prensa de estos días para dar cuenta de que parecía a todos que si Carmen Alborch aceptaba el reto, es decir, daba el sí a quienes más interés tenían en el asunto (el vicesecretario general del PSOE, Ciprià Ciscar), hoy (ayer), la gestora la iba a proponer, y, mañana (hoy), el comité nacional la hubiera aceptado más que mayoritariamente. Pero los más enterados de este confuso proceso de tira y afloja, que en absoluto puede desligarse de la historia de estos dos últimos años, daban por sentado que Carmen Alborch no aceptaría el encargo, al menos por tres razones: Por miedo a otro feo como el del episodio de la candidatura a la alcaldía de Valencia; porque no siendo militante del partido ni participado en las primarias podía vérsele como una intrusa, una imposición externa al partido y a la militancia valenciana; y porque, finalmente, no da el perfil de una líder ducha en la brega política, ni menos el de una disciplinada víctima que sabe de antemano que va a perder frente a un PP en plena cresta de la ola. Si, desde luego, estas razonables observaciones no hacen mella en quienes juegan más a atar el futuro del poder en el seno del PSPV-PSOE que no a disputar el triunfo al PP -que debería ser el objetivo noble de tanto despropósito-, a Antoni Asunción, que será, o debería ser, por reducción al absurdo, el candidato le va a costar casi tanto tiempo levantar los ánimos de la clientela como esquivar los campos minados de sus juramentados y numerosos enemigos internos. Porque, si de lo que se trata es que quien obtenga la nominación tenga al menos algún atisbo de legitimidad -la de quedar segundo en las primarias sólo lo sería en aplicación del principio de ausencia de competidores-, esa condición endeble deberá confirmarse en las urnas, y, desde luego, no le puede venir bien ni a quienes propiciaron la candidatura de Ródenas como tercera en discordia, ni a quienes, desde el principio, se asustaron a los pies de Romero ante el alcance que podía adquirir el movimiento renovador con Asunción en el puente de mando. Efectivamente, cuando el periódico me reclama la columna, ya oscureciendo la tarde del martes, todos los informativos del país difunden la nueva de que Asunción ha sido propuesto por la gestora para encabezar la lista por Valencia a las elecciones autonómicas; y que, además, Carmen Alborch, no irá en la candidatura. Si no hubiera iniciado esta columna escribiendo un poco a ciegas, quizás habría dedicado la mayor parte del espacio a ponderar ese otro calvario que ahora empieza. Vicent.Franch@uv.es

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