El Madrid aprovecha el pánico del Alavés
El equipo de Vitoria se desfondó en el segundo tiempo y no aprovechó el mal juego madridista
El pánico deforma la mirada en la vida y en el fútbol. El Alavés, que había comprometido de veras al Madrid en el primer tiempo, sufrió un ataque de angustia en el segundo y se empeñó en salir derrotado del Bernabéu. Se trata de un síndrome típico que afecta a los equipos sin tradición en Primera. Ven al Madrid como no es y lo saludan de usted, con un complejazo que les lleva a la ruina. Al Alavés tiró el partido a la basura. Se resignó a perder, y perdió. Le faltó carácter y le sobró miedo.Lo más curioso es que el Madrid no necesita reverencias. Por ahora, repite todos los errores de etapas anteriores. Le hacen ocasiones con facilidad, funciona con una grave descoordinación y no acaba de ajustar la hora de todos los jugadores. Cada uno interpreta los partidos a su manera. Lo más parecido a un propósito común se observa en las faltas y saques de esquina. Sólo en este capítulo se advierte la mano de Toshack. Y con eso le ganó al Alavés, cuyas penalidades comenzaron por la actuación de su guardameta.
REAL MADRID 3
ALAVÉS 2Real Madrid: Illgner; Panucci, Hierro, Iván Campo, Roberto Carlos; Redondo, Guti (Karembeu, m.84); Seedorf (Sanchis, m.70), Raúl, Suker (Savio, m.60); y Morientes. Alavés: Tito; Belsúe, Karmona, Berruet, Ibon Begoña; Desio, Pablo; Sívori (Azkoitia, m.77), Sánchez (Iván Rocha, m.67) , Magno; y Julio Salinas (Álex, m.66). Goles: 0-1. M.9. Penalti de Iván Campo a Salinas. Lo transforma Pablo. 1-1. M.10. Hierro, tras el saque de un córner, aprovecha el rechace de Tito. 1-2. M.17. Salinas progresa por la línea de fondo y pasa a Magno, cuyo tiro rechaza Illgner. Sivori recoge el balón y lanza un potente disparo. 2-2. M.65. Morientes peina un centro de Roberto Carlos. 3-2. M. 66. Hierro cabecea un saque de esquina. La pelota da en el larguero y Raúl empalma un zurdazo. Árbitro. Luis Medina. Amonestó a Campo, Hierro, Roberto Carlos, Pablo, Sívori, Ibon Begoña e Iván Rocha. 55.000 espectadores en el Bernabéu.
Sin portero, el Alavés se sintió vulnerable incluso cuando ganaba. Cualquier centrito disparaba todas las alarmas en el área. Tito flaqueó en el juego de aérea de una forma tan manifiesta que su equipo no tuvo otro remedio que desconfiar de él. A partir de ese dato, se produjo un efecto dominó. Línea por línea, el Alavés entró en dudas. Y su entrenador también. Mané adiestró convenientemente a su equipo mientras imperó la normalidad. O sea, mientras prevalecía el fútbol sobre la ansiedad. Eso sucedió en el primer tiempo. Al Madrid le sobraba tiempo y al Alavés no le atacaba aún el pánico. En ese trámite, el Alavés fue mejor. Por actitud, sobre todo.
En el primer tiempo, el Madrid se abocó a un partido muy complicado. Se tomó el asunto con una indiferencia que molestó muchísimo a los aficionados. Le faltaron energía y voluntad. Quiso dirigir el encuentro desde una cierta soberbia, pero se encontró con un rival aguerrido que se atrevió a hurgar en las deficiencias madridistas. Por lo tanto, el partido terminó por convertirse en un clónico de todos esos encuentros que se juegan en Chamartín. Otra vez fracasó el sistema defensivo, de nuevo recibió goles el Madrid (sólo en cuatro ocasiones no le han marcado un gol esta temporada), volvió el malhumor a los graderíos.
El público la emprendió con los de siempre. Se censuró especialmente a Seedorf y Suker. Pero en honor a la justicia, hubo una diferencia sustancial entre ambos. Seedorf se equivocó con frecuencia, pero fue el más activo en las filas madridistas. Suker pasó por el partido como un espectro. A Suker se le destinó el costado izquierdo, y su fracaso resultó estruendoso. Ni tiene el vigor físico ni la mentalidad para cumplir con todos los deberes que requiere el puesto.
Sin embargo, las dificultades del Madrid no podían identificarse con Suker o Seedorf. Con la excepción de Hierro, metídisimo en el partido, el resto ofreció su peor versión. Y el equipo pagará las desatenciones de sus jugadores. Hierro, Iván Campo y Roberto Carlos fueron amonestados y no jugarán frente al Celta. Ese detalle explica la actitud general.
El Alavés se benefició de la situación para marcar dos goles y provocar la inquietud de la hinchada madridista. Como protagonista, destacó Salinas. Aprovechó dos balones perdidos por Redondo y Seedorf para intervenir en los goles de su equipo y para descubrir las limitaciones de Iván Campo, entre las que sobresale su afán por irse al piso ante cualquier amague. Julio Salinas representó la parte más visible de un equipo que actuó con eficacia y vitalidad en el primer tiempo, pero que entró en crisis ante la proximidad del éxito.
Todos los factores de orden anímico pesaron en contra del Alavés. Sobreestimó al Madrid y sintió un invencible horror al vacío. Le quemó la posibilidad de ganar. Así que este equipo batallador se descosió en el segundo tiempo, con el portero a la cabeza. Tito se comió uno a uno todos los centros madridistas. Los buenos y los malos. Morientes aprovechó uno para peinar y levantar el balón sobre el portero, que ni salió ni se quedó. El impacto del gol quebró el estado de ánimo del equipo y del entrenador. Mané cambió a Salinas por Álex y a Vitamina Sáncez por Rocha, un central. En el minuto siguiente, Raúl cazó un rechace, marcó el tanto de la victoria y dejó en evidencia los cambios de Alavés. Con ese equipo, no existía la posibilidad de rehacerse. Ni tan siquiera frente a este Madrid pequeñito y terco en sus defectos.
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