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Los medallones del anfiteatro

¿Qué hace ese tipo con corte de pelo moderno metido en uno de los medallones de la balaustrada de anfiteatro? Bien pensado, se parece a Stravinski. No se parece: lo es. Pero Stravinski no podía figurar allí cuando se realizó la última reforma de la sala antes del incendio, en 1909. Por aquella época, no era más que un discípulo que había quedado poco antes huérfano de maestro, el gran Rimski-Korsakov, fallecido en 1908. ¿Entonces? "De la balaustrada de anfiteatro había muy poca documentación, o nosotros no hemos sabido encontrarla. De manera que, en estos 14 medallones, hemos optado por poner los compositores que nos han parecido más significativos en relación con el Liceo". Habla Xavier Fabré, arquitecto responsable de la reconstrucción, junto con Lluís Dilmé y Ignasi de Solà-Morales. Abren la serie de medallones, en los dos palcos de proscenio del primer piso, los dos jerarcas de la ópera durante la segunda mitad del XIX: Verdi (a la izquierda, según se mira al escenario) y Wagner. Presidencia, pues, indiscutible. Pero luego, los apareamientos de nombres son más discutibles Procediendo hacia el fondo de la sala, aparecen en primer lugar Hindemith (lado derecho) y Monteverdi. Son los dos autores relacionados con el incendio. La fatal reparación del guardamalletas se debió al montaje de una pieza que hubo que desmontar para una producción de Orfeo de dos años antes. En cuanto a Hindemith, su Mathis der maler era la obra en cartel cuando el teatro ardió. Siguen Richard Strauss y Gounod. El primero, explica Fabré, por la celebración del género operístico que supone su Ariadna auf Naxos, y el segundo como único representante de la escuela francesa ("en Bearn, de Llorenç Villalonga, don Toni acude al Palais Garnier de París para ver precisamente el Faust de Gounod"). Más allá están Rossini y Donizetti: no podían faltar, siendo como son dos de los autores más queridos en el Liceo. A continuación, aparecen Leoncavallo y Mozart, este último en un retrato de perfil francamente poco logrado. Por lo que se refiere al primero de la pareja, Fabré informa de un private joke entre los arquitectos encargados de la reconstrucción: "Cada vez que uno de nosotros dice que se va a la obra, los otros le aconsejan: "Vesti la giubba" ". El ya citado Stravinski, cuyo corte de pelo ha motivado este reportaje, hace pendant con Felip Pedrell: el primero en calidad de heredero del Grupo de los Cinco (Mussorgski, Borodin, Cui, Rimski-Korsakov, Balakirev) y el segundo como jefe de filas de la música nacionalista catalana y española (Albéniz, Falla, Morera). Cierran la serie, dándose la espalda junto a la entrada principal, Gluck y Puccini. Ambos hicieron en vida méritos suficientes para figurar ahora en el nuevo Liceo, pero su relación "de pareja" en este caso queda oscura. Fabré apunta que un antepasado del compositor italiano se opuso al dictado gluckiano. Probablemente, se ha producido ahí una confusión entre el autor de La bohème y Puccinni (1728-1800), involuntario jefe de filas de los célebres bouffons que, en tiempos de Luis XV, encabezaron en París una ruidosa contestación a Gluck.

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