Kosovo
SEGUNDO BRU Aunque no sabemos a ciencia cierta si se pronuncia con acentuación esdrújula o grave, lo único que sabíamos fehacientemente es que Kosovo era una zona balcánica más donde esa bestia sanguinaria de Milosevic con su ejército y sus paramilitares estaba llevando a cabo otra de sus limpiezas étnicas, triste eufemismo para esconder matanzas en masa, violaciones, destrucción de pueblos, saqueos y éxodo civil, en nombre de la Gran Serbia y cuando por fin existe una reacción adecuada de quien tiene la capacidad militar para hacerlo, agotadas todas las vías políticas, aparece la eterna discusión de si son galgos o podencos, de por qué en Yugoslavia sí y en otras partes sea el Kurdistán, o el Tibet, añado yo, no. Nadie puede alegrarse de acciones bélicas, nadie puede por contra justificar la inacción arguyendo que debería hacerse en más sitios o escudándose en tecnicismos legitimadores de la intervención internacional, que no se sostienen en pie después de que en el Consejo de Seguridad de la ONU el paneslavismo ruso se haya quedado con el apoyo exclusivo de China y Namibia. No concibo cómo se puede todavía condenar a la democracias occidentales por su pasividad ante la marea parda nazi y seguir condenando ahora a sus sucesores por lo contrario. O mejor dicho, sí puede concebirse si se observan las manifestaciones en contra de los bombardeos y el color de las banderas que predominan en ella. Los últimos restos del comunismo europeo, en una clara demostración de que las ideas aún tienen fuerza cuando quien las segregaba, el PCUS, es ya una reliquia histórica han sacado a relucir toda la parafernalia anti-OTAN y contra los Estados Unidos. Lo mismo que en las esencias más castizas del pesimismo histórico noventayochista, unido a las posiciones antidemócratas de intelectuales weimarianos como Haro Tecglen. Reacciones viscerales que tienen en España su mejor concreción puesto que aquí se dan la mano el antiamericanismo típico del marxismo joseantoniano de Anguita, y por extensión de toda IU y de la progresía marginal y antisistema, con el de Blas Piñar y la ultraderecha carpetovetónica. Al fin y al cabo el verdadero mártir, en su sentido de testimonio, del antiamericanismo fue el notorio notario madrileño que perdió su cargo en el Instituto Iberoamericano por un virulento artículo antiyanqui que con el título Hipócritas publicó en ABC allá por los cincuenta y tantos si la memoria no me falla. ¿Que hay muchas más violaciones, aunque no sé si tan graves, de los derechos humanos y no sólo en Yugoslavia? De acuerdo. Utilícese con todos la diplomacia, las negociaciones, las presiones y cuanto sea necesario como elemento disuasor. Pero que no se argumente hipócritamente que o todos o ninguno. Mejor uno después de otro. Sin excepciones. Al fin y al cabo una gran responsabilidad en el candente problema kurdo la tuvieron los emergentes nacionalismos árabes y algunos de los estados ficticios que se inventaron los ingleses para satisfacerlos. Y, puesto que hay quien hila muy fino en tema de legitimidades, considero que un viejo estanilista como el flamante secretario general del PCE, Francisco Frutos, sordo, ciego y mudo cuando los tanques rusos aplastaban las libertades en Hungría y Checoslovaquia, debería callarse cuando los aviones de la OTAN defienden el más elemental de los derechos, el de la vida. Aunque lamentablemente sea a costa de otras, las de los agresores.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.