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Se busca espía, tres años renovables

Javier Sampedro

Stella Rimington, la primera mujer que dirigió el servicio de contraespionaje británico (MI-5), pronunció el año pasado una conferencia titulada La importancia de la comunicación abierta para promover el cambio, en la que arremetía contra esa institución, "dominada por hombres blancos y de clase media", que reclutaban a sus nuevos agentes "a través de amigos y contactos con el clásico método de la palmadita en la espalda". Tres años después de que Rimington dejara el cargo, las palmaditas parecen haberse acabado. El MI-5 capta ahora a sus nuevos espías como rezan los cánones en la aldea global: a través de un anuncio en la prensa."Use su lengua árabe para hacer una contribución real al trabajo del MI-5", dice el anuncio insertado por el servicio de seguridad británico en el último número de un semanario internacional. Gracias a ese encabezamiento, la oferta de trabajo elude el riesgo de que algún despistado la confunda con un suelto en la sección de relax, porque luego sigue: "Cometido dinámico en la iniciación y el mantenimiento de contactos".

Lo cierto es que el empleo no carece de atractivos: sede en Londres, pero con frecuentes viajes al extranjero. Contacto permanente con un "equipo clave de Oriente Próximo". Adiestramiento "exhaustivo". Contrato por tres años con posibilidad de renovación. Tal y como está el mercado laboral, se trata de una verdadera perita en dulce.

Pero nadie regala nada, y el candidato, además de hablar árabe a la perfección, debe acreditar una "excepcional capacidad de comunicación" y "gran habilidad para las relaciones interpersonales". ¿Algún tipo de relación en particular? El anuncio no lo deja muy claro, pero sí pone el énfasis en la "capacidad para persuadir y ejercer influencia".

De todos modos, y por si las relaciones personales no acaban de cuajar, el aspirante también ha de ser capaz de "pensar sobre la marcha" y de "resolver problemas bajo presión, con imaginación y buen juicio". El anuncio no especifica qué puede ocurrir si la imaginación resulta excesiva o el buen juicio no es tan bueno.

Los servicios secretos del Reino Unido tienen bastante experiencia en el manejo de Internet. En septiembre pasado, por ejemplo, Richard Tomlinson, un renegado agente de la otra gran casa de espías británica, el Servicio Secreto de Inteligencia, o MI-6, introdujo en la red un detallado recuento de las actividades de uno de sus topos en las oficinas más elevadas del Bundesbank alemán. Con este precedente, quizá no sorprenda que el contraespionaje británico haya abierto su propia página web (http://www.mi5.gov.uk) para someter sus objetivos a público escrutinio.

La inteligencia británica ha mostrado cierta facilidad para situarse en el centro de todos los escándalos -durante la guerra fría, el cuarteto de espías Burgess-Philby-Maclean-Blunt dejó en los ficheros occidentales muy poco material secreto que mereciera tal adjetivo-, pero nadie podrá acusar al MI-5 de estimular la fuga de sus empleados con una gestión de personal demasiado espartana. La agencia, que da trabajo a 1.900 personas, asegura en su dirección electrónica: "Tratamos de asegurarnos de que el personal esté en el lugar justo en el momento justo, que tenga oportunidades de promoción, una atmósfera de confraternidad y un salario razonable; los ascensos se basan en el mérito, aunque también dependen de que haya vacantes".

Y vacantes no suelen faltar. Una de las últimas fue la de David Shayler, un ex agente del MI-5 que fue detenido en París en agosto del año pasado por revelar un plan británico para asesinar al líder libio, Muammar el Gaddafi, entre otras muchas operaciones.

"El ambiente en el servicio es amigable e informal", asegura el MI-5. "El hecho de que no podamos hablar públicamente sobre nuestro trabajo crea un estimulante ambiente de cooperación y ayuda mutua. Se da una voluntad general de hacer vida social dentro y fuera de la oficina".

El MI-5 ruega a los candidatos que no comenten su entrevista de trabajo con otras personas, porque "la discreción es una parte esencial del oficio". En efecto, no estará mal que, una vez firmado el contrato, al menos una de las dos partes sea discreta.

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