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Un témpano caliente

Prats encarna a un Betis lleno de calidad y falto de victorias

Los niños que quieren ser porteros son distintos. Cuando uno se duerme cerrando los ojos tan fuerte que duelen para soñar con campos llenos de vítores, suele ser con el número 9 y después de marcar un gol increíble ante el archienemigo de turno. Soñar con ser portero no es crear algo, es impedirlo. Y ésa es otra gloria que sólo ellos entienden. Toni Prats es, a sus 27 años, un fenomenal portero que se tragó el pasado sábado uno de los goles más ridículos posibles, encarnando así a un Betis que es bueno, pero no sabe ganar. Probablemente, se acordó de cuando quería ser delantero centro en su colegio de Capdepera. Al igual que su manía de meter goles acabó a los nueve años, el churro de Mendieta pronto no será más que una anécdota en su mente calmada, aunque albergue una furia sólo mostrada al viajar descocado de velocidad en su coche. Vamos, un portero y querido por su afición.

A los 17 años, dejó el colegio para irse a los juveniles del Mallorca. Allí se encontró con la estrella marroquí Ezaki Badú, de cuya mano abandonó el fútbol escolar y aprendió el profesional, y a Llorenç Serra Ferrer, en quién encontró confianza y complicidad. Las acusaciones de racismo de Badú al entrenador y su posterior espantada, allanaron el camino. La norma que no permitía más de tres extranjeros, contribuyó a que este mallorquinista de corazón y culé ("aunque eso ya se me ha pasado") se hiciera un experimentado portero. Serra Ferrer tenía a Stelea en Segunda, pero el fichaje del jugador de campo Bogdanovic no permitía exotismos en la portería: Prats titular. En el Mallorca, perdió una promoción de ascenso ante el Albacete. Su recuerdo más triste en el fútbol. Tras una temporada en el Celta de Carlos Aimar, y la vuelta con Serra Ferrer en el Betis, en 1996, el envés de la tristeza fue la llamada a la selección. Clemente le convocó para su calvario ante Chipre. Prats entonces le defendió. Sin embargo, el de Barakaldo no ha entendido en el Betis la calmada personalidad de este hombre, que siempre se acuerda de su padre y mantiene un contestador telefónico en catalán bajo el calor de Sevilla. Prats no arenga, su compañero Valerio es de los que no calla y Clemente (que gusta de la testiculina, aunque sea verbal) prefirió al último en San Mamés. Sólo fue un día, pero la bronca sigue en voz baja. Como la de Prats, que quiere que uno de sus dos hijos sea delantero. "Ganan más y sufren menos".

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