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Reportaje:DESVÁN DE OFICIOSORGANERO

"A los curas les ha dado más por la guitarra que por el órgano"

Luis Magaz, que construye y restaura instrumentos de música sacra, espera que vuelvan a ponerse de moda

Luis Magaz no trabaja por un tubo, sino por muchos. Y lo hace con múltiples registros, siempre rodeado de secretos. Su oficio es tan escaso que a menudo debe explicar para qué sirve la amalgama de saberes que practica: carpintería, metalistería y música. Este artesano de 37 años es organero. Crea y restaura órganos tradicionales en un lugar tan poco solemne como la calle de López de Hoyos, 372, semiesquina con Arturo Soria.Allí, un hombre maneja la azada en un huerto diminuto. Este milagro urbano flanquea el paso hacia el taller del organero, al final del callejón. Está en una vieja nave de ladrillo levantada en un patio ajeno a la voracidad inmobiliaria desatada en Ciudad Lineal. Es un recinto luminoso y alegre, distante de la majestuosidad propia de los templos y catedrales donde residen habitualmente sus armónicos clientes. Sin embargo, los instrumentos parecen estar a gusto en este asilo temporal. En el taller carecen de pompa, pero restañan sus heridas, hijas del abandono. En la planta baja curan sus males las piezas de madera; en la superior se rehacen los tubos. Además, los que llegan son privilegiados. "En España muchísimos órganos permanecen arrumbados. Más de mil considerados importantes precisan restauración", señala Magaz.

Estos instrumentos de viento, instalados casi exclusivamente en iglesias y dedicados a la música sacra, han vivido en el purgatorio del olvido durante largos años. Tras su auge (siglos XVII y XVIII) llegó el abandono de la mano de la desamortización de los bienes de la Iglesia dirigida por el ministro Mendizábal (1835-1837). Ese arrinconamiento ha tenido alguna ventaja según Magaz: "Sirvió para preservar numerosos ejemplares en su estado original, sin modificaciones posteriores que los desvirtuaran".

Arrumbados, pero muchos de ellos intactos. Hoy -dice Luis- sólo hay una decena de expertos en España capaces de devolver el esplendor al ingenio considerado como la catedral de los instrumentos. Lo que el organero echa en falta es el mayor interés de las administraciones y la Iglesia por preservar este patrimonio demasiado mudo. -¿El órgano tradicional se ha recuperado de su larga crisis? -Tiene un renacimiento muy tímido. Es cierto que hoy escasean los organistas, pero también es verdad que muchas veces los sacerdotes les ponen dificultades para tocar en las iglesias. Así, difícilmente el público va a amar algo que no conoce. De todas formas, los pocos conciertos que se celebran se llenan a rebosar.

-Pero su música ya no es muy habitual en las ceremonias católicas.

-Es que a los curas les ha dado más por la guitarra. Les resulta más moderna que el órgano y no lo usan aunque esté recién restaurado.

-A este paso, el sonido del órgano tradicional acabará siendo una especie de música étnica.

-Sí, aunque también podría pasarle como al canto gregoriano, que se ha puesto muy de moda. Los monjes de Silos han vendido miles de discos.

-¿Los órganos eléctricos rivalizan con los tradicionales?

-Nunca tendrán la sutileza de los mecánicos. Carecen de alma.

Luis Magaz, que ha devuelto vida y sonoridad a una veintena de instrumentos -incluido el del convento de la Encarnación o el de la capilla del Condestable de la catedral de Burgos-, también ha construido órganos nuevos a la antigua usanza en sus dos décadas de actividad profesional. Conservatorios, algunas parroquias, auditorios y particulares son los clientes de estas enormes cajas de música que se dirigen desde un teclado.

Arte e ingeniería trabajan al alimón para convertir el aire en música. La pulsación de cada tecla permite la entrada del aire que creará el sonido al llegar al tubo correspondiente. Antes de convertirse en nota, el soplo debe recorrer su camino por el secreto. Éste es una tabla de madera cuajada de orificios. El secreto cobija los distintos registros (piezas movibles que modifican el timbre o la intensidad de los sonidos). Los órganos barrocos españoles suelen tener 15 registros y un millar de tubos hechos en madera o metal (aleación de plomo y estaño). La largura de estos cilindros sonoros varía desde un centímetro y medio hasta 5,60 metros (26 palmos). -¿Cuánto cuesta restaurar un órgano?

-Depende de su estado. En términos generales, el precio se puede calcular en un millón de pesetas por cada registro. La restauración integral suele llevar un año de trabajo. Los instrumentos nuevos no tienen tarifa fija.

Este arte da para vivir "sin echar cohetes" y para pagar cinco nóminas. Bastante más de lo que atisbaba Luis cuando, a los 17 años, quiso dedicarse a trabajar la madera. Un allegado le propuso añadir música a la madera. El chico fue a aprender con el organero holandés Gerard de Graaf, afincado en La Almunia de Doña Godina (Zaragoza). Continuó su formación en Francia y finalmente se estableció en Madrid. El azar, primero, y la vocación, después, le convirtieron en organero, que no en organista. Luis Magaz hace cualquier milagro con un órgano, excepto tocarlo.

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