El fútbol
Cuando, recién comenzada la década de los setenta, adquirí la condición de socio de a pie de un equipo de fútbol que no faltaba a su cita domingo tras domingo y, al volver a casa, me sentaba frente al televisor -en blanco y negro- para ver el partido que, en abierto -¡cómo si no!-, ofrecían esa tarde, no podía imaginar que, casi 30 años después, la llegada de las nuevas tecnologías, junto con los intereses comerciales de algunas empresas, estén posibilitando que esa maravillosa mezcla de espectáculo y pasión llamada fútbol se esté restringiendo a un reducido coto de personas que tienen que realizar un considerable esfuerzo económico: elevado precio de las entradas a los estadios -de asiento y cubiertas, claro-; obligatorio abono a cadenas de televisión de pago que emiten, para hacerlo más costoso todavía, vía satélite. ¡Eso sí!, tenemos los mejores jugadores del mundo... en las nóminas, por lo menos.Por cierto, ¿seguirán los empresarios de hostelería oponiéndose al fútbol televisado...?-
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