La japonesa Sejima explica a los estudiantes cómo organizar los espacios

Kazuyo Sejima se ha convertido a sus 42 años en una de las figuras más importantes de la moderna generación de arquitectos japoneses. Aunque no ha realizado obras de presupuesto desmesurado, la originalidad de sus diseños y su concepción espacial, caracterizada por la libertad de movimientos y la abstracción constructivista, la han convertido en una de las arquitectas de mayor reconocimiento internacional. Ayer, ante los alumnos de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Valencia, mostró la forma en que resuelve la intersección entre el espacio exterior e interior mediante pasillos que rodean el edificio. Es el caso de un museo de pintura tradicional en Japón, ubicado en el campo pero muy cerca de un núcleo urbano, o el de una casa unifamiliar en uno de los diminutos solares de Tokio, por ejemplo. En ambos edificios las fachadas dejan pasar la luz a través de placas de vidrio de diversa densidad y grado de transparencia. La luz entra en el pasillo, desde donde se distribuye al interior de las salas o habitaciones que, gracias a las puertas de gran altura, pueden modular su relación con el exterior. El pasillo también crea espacios de estar, además de servir como conducto de ventilación del edificio. La idea del pasillo, que funciona como una especie de frontera entre el exterior y el interior, aunque pertenece a este último, surge de los patios centrales de las viviendas tradicionales japonesas. Sejima insistió en la importancia que concede al medio ambiente, pero no en el sentido ecológico, en la arquitectura. La conferencia que dio por la tarde en el sede de la Fundación Bancaixa concluye el ciclo sobre arquitectura japonesa contemporánea que ha organizado el Colegio de Arquitectos de Valencia.