LA CASA POR LA VENTANA Los 50 guionistas de Berlanga JULIO A. MÁÑEZ
Luis García Berlanga es tan anarquista de corazón que detesta el guión cinematográfico porque es el policía del creador de imágenes destinadas a la pantalla, lo que no es obstáculo para que sus películas de mayor interés asienten en la sólida escritura de Rafael Azcona. No es sólo eso. Cualquier aprendiz de cineasta sabe que los cantos al virtuoso espontaneísmo de la puesta en escena en las sesiones de rodaje es pura filfa cuando se cita a un equipo de 100 personas para rodar unos cuantos planos en una jornada de la que, con suerte, saldrán dos o tres minutos válidos para el metraje final de la película, de manera que cualquier improvisación no es ya puro despilfarro que ninguna industria se puede permitir sino estupidez que ningún cineasta de fuste tiene interés en cometer. ¿Se imaginan ustedes al Martin Scorsese de Casino improvisando con Robert de Niro y Sharon Stone en un set de rodaje cuya puesta a punto supone 50.000 dólares diarios, dietas aparte? Tampoco es eso solamente. Este enemigo fingido del guión presta su nombre, él sabra a cambio de qué, a una escuela de guionistas que, según sus palabras, producirá no menos de 50 escritores cinematográficos en este año, sin que, al parecer, se haya preguntado a qué se va a dedicar toda esa gente. Porque no será a escribir las 50 películas que Zaplana y Consuelo Ciscar van a producir el año próximo en nuestra Comunidad. Se dispone también a bendecir la construcción de una Ciudad del Cine en Sagunto (¿las Artes y las Ciencias Cinematográficas no caben en la Ciudad de las Artes y las Ciencias? ¿O es que a Berlanga, y a sus secuaces, hay que darles de comer aparte?), a expensas de los presupuestos públicos, como es natural, sin otro argumento de peso en favor de ese proyecto que el de proporcionar trabajo a los numerosos artesanos de la Comunidad, por lo que bien podría encargársele el trabajo a la Junta Central Fallera una vez calcinadas las Fallas de este año. El director de El verdugo puede haber perdido el oremus, aunque no lo bastante como para no mirar por su jubilación, pero la intención de sus jaleadores hay que enmarcarla en esa frenética actividad que nos espera hasta las elecciones de junio y que ya ha ofrecido la avanzadilla de la honesta renuncia a una militancia histórica por parte de Josep Garés y de Roberto García Blanes. Uno ve en los papeles la foto de la apertura del curso correspondiente en la UIMP, y es que lo entiende todo. Si los dos ya históricos militantes del PSPV, y los que optarán por la mixtura antes de junio, tienen una familia que alimentar, circunstancia más extendida de lo que pueda parecer, en idéntico trance se encuentran Berlanga, Manuel Tarancón, José Sanmartín, Joan Álvarez, los ujieres de la UIMP y, antes o después, los 50 nuevos guionistas de la escuela, de modo que no hay aquí de qué asombrarse, porque al fin y al cabo todos buscan el pretexto de la pole position en la carrera hacia una jubilación más o menos anticipada. La pregunta es si en el propósito claramente electoralista que anuncia ahora la construcción de una fantasmática Ciudad del Cine destinada a devolver a Valencia las glorias madrileñas de Cifesa deben de colaborar todos los interesados o si hay interesados en la cosa del cine que deberían abstenerse de una colaboración semejante. Orson Welles dijo sobre la caza de brujas en Hollywood que muchos cineastas perdieron su dignidad para conservar sus piscinas en Los Angeles. Aquí, algo más retrasados que allá en los cincuenta, se trataría de colaborar en lo que sea para construirse la primera piscina en La Cañada. Es fascinante la facilidad con la que tanta gente da por supuesto que la Comunidad debe financiar sus aficiones, ya sean políticas o de las otras. No es por dar ideas a Rafael Blasco, que las tiene, y muy bien puestas según se va viendo, pero ya que en los últimos años ha crecido tantísimo la afición por el blues en esta ciudad, hasta el punto de que existen no menos de 50 grupos tocando en los más diversos baretos todos los días de la semana, ¿por qué no se proyecta la Ciudad del Blues en Valencia, bajo la presidencia honorífica de B.B. King, que haría más o menos lo que Berlanga, esto es, poner su nombre y poner la mano, y que además es de más fama internacional? De directora del asunto podría ir sin ir más lejos Mayrén Beneyto, que sabe tanto de blues como Joan Álvarez de cine, y que lo haría no menos estupendamente.
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