Solidaridad, sí, pero...
Presiento que dentro de poco los psicólogos y psiquiatras nos avisarán del mal de la solidaridad, una nueva enfermedad psicológica con posibles secuelas físicas.Soy partidaria de la solidaridad mundial, de la globalidad, de la justicia y dignidad de vida para todos los que convivimos en el planeta.
Por eso mismo me produce verdadero estupor, a veces indignación, el mal uso que puede llegar a hacerse de la palabra y contenido social de la solidaridad
¿Piensan lo bien que le viene a la clase dominante, tanto política como económica, que los ciudadanos se sientan culpables por las desgracias de ciertos pueblos?
Hacemos una juventud solidaria, abnegada, culpable, adscrita a organismos no gubernamentales de la ideología que sea..., sacándoles las castañas del fuego a quienes verdaderamente son los causantes del destrozo de los bosques, del comercio injusto, de la venta de armas, de la compra de la Amazonia, de la explotación de la tierra...
Hacemos de la solidaridad lo que en otro tiempo fue la droga: aplacar la rebeldía de la juventud, creándoles además, en muchos casos, un problema de culpabilidad-frustración por no colaborar directamente en la salvación de los necesitados.
Creo que la batalla está en otro lugar; hay organismos y personas conscientes de ello que saben muy bien cuál es y dónde está la realidad. Me huele mal tanto bombardeo y masificación del hecho de la ayuda humanitaria. El que no es solidario empieza a estar mal visto; los círculos adolescentes bajo tal o cual signo religioso proclaman la bondad y el deseo de ser misionero de paz. Los padres están encantados porque sus hijos están haciendo el bien... ¡No está mal! La libertad de pensamiento y actuación la reclamo para todos.
Pero... algo me huele a manipulado.
Quienes así lo dirigen o mantienen saben muy bien que crear un mundo solidario puede significar engrandecerse, incrementar su poder político, religioso o económico... La misma historia de siempre. Estamos en otros tiempos, y los tiempos cambian, pero las clases dominantes siguen manteniéndose a costa de los unos y los otros. Esta vez, por la paz y la solidaridad. ¡Causas nobles! ¡Ojo!-
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