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De magia, nada

Los magos y prestidigitadores que asombraban a las audiencias de teatros y ferias decimonónicas tenían a su favor una sociedad donde los conocimientos científicos eran privilegio de unos pocos. Con el paso del tiempo y con la generalización de la educación, muchos de aquellos trucos que dejaban con cara de bobos a los espectadores se han vuelto demasiado evidentes. La exposición Los imposibles de la ciencia, montada en la Casa de Cultura de El Campello (L"Alacantí) hasta el 6 de marzo, pretende explicar a los escolares las leyes físicas que hacían posible las proezas que sus tatarabuelos creían sobrenaturales. La exposición es interactiva. Los chavales, guiados por una monitora, aprenden conceptos básicos de la física al tiempo que se divierten manipulando las máquinas que los demuestran empíricamente. La muestra se divide en dos bloques. El más simple es el que explica las triquiñuelas de magos pioneros como Houdin y Goldin. El segundo cuenta las historias de los científicos que se propusieron demostrar en la práctica sus teorías y fueron tachados de locos, pero sin cuyo empeño el ser humano no habría podido volar ni comunicarse a distancia. La exposición está financiada por la CAM y diseñada por el Taller de Ciencia Arquímedes, un grupo de profesores que desde 1981 se dedica a introducir elementos innovadores en los programas de estudio. Durante la visita, los chavales se convierten en los protagonistas y ejecutores de los milagros de la ciencia. De este modo, uno de los experimentos que despierta mayor curiosidad es el denominado Horror al vacío: dos semiesferas unidas que forman una esfera hueca, conectada a una bomba que aspira el aire cuando los chavales accionan un botón. La monitora invita a los escolares a tirar de las cuerdas que penden de cada parte. Da igual el número de niños sudorosos que, entre bufidos y risas, se afanen por separarlas. Dentro de la esfera se ha creado el vacío y el aire hace presión sobre las paredes exteriores. Sólo cuando el aire entra de nuevo en la bola puede ésta dividirse, de forma un tanto mágica por cuanto antes parecía imposible. Todas las máquinas van acompañadas de paneles explicativos que narran la historia de los inventos y leyes físicas. Un aparato emite un rayo láser que se refleja en un espejo. Quien participe de este juego debe orientar el haz de luz roja de modo que atraviese una barra de plástico transparente e ilumine de forma nítida el otro extremo. "Esto es un cable de fibra óptica a lo bestia", informa el cartel. Al lado, se recuerdan las aplicaciones del láser. La explicación sencilla de los avances científicos convive con otras atracciones como de barracón de feria, pero basadas también en las ineludibles leyes de la física. Es el caso de unas cabinas en las que, mediante la proyección de luz en un juego de espejos orientables, logra superponer la cara de un monstruo sobre la faz del participante o generar un holograma. Son trucos de antaño que parecen poco serios, pero que se sustentan en el ingenio y el afán por demostrar lo imposible. Al fin y al cabo, toda la exposición es un homenaje a aquellas personas que hicieron creíble lo increíble, ya fuera cortar a una persona por la mitad sin que ésta sufriera heridas, ya fuera sentar las bases de la aviación moderna.

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