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El Carnaval contra el paro

No ese un antídoto para el desempleo, pero también sirve. Mucho ha llovido sobre el Carnaval de Cádiz en los 51 años de concurso de agrupaciones que se cumplen en 1999. Desde los tipos chuscos y desaliñados de la década de los sesenta hasta la cuidada escenografía actual, media la aparición de varios oficios vinculados a la fiesta y la consolidación de unos pocos establecimientos especializados. Son las otras cifras del Carnaval, siempre "más por debajo de la mesa que por encima", como confiesa una de las personas que trabaja hace años en la construcción de los atrezos de las agrupaciones. Hoy, medio centenar de sastres, sombrereros, carpinteros, maquilladores, técnicos de luminotecnia, diseñadores, dibujantes y otros oficios variados subsisten bajo el paraguas de la copla. Las agrupaciones han gastado este año más de 60 millones de pesetas en confeccionar sus tipos para el concurso. Un dineral si se echa la vista atrás y se observa que tradicionalmente las indumentarias carnavalescas eran carne de desván y objeto de improvisación. El colectivo artesanal, agrupado en Asacar, ha defendido el final de esa etapa. "Eso se acabó, ya no se puede venir al Falla con la cara pintada con dos corchos quemados y cualquier cosa encima", mantiene Manuel Peinado, experto en arquitectura efímera y uno de los más veteranos manipuladores del cartón-piedra. El taller y la tienda de la costurera gaditana Pepi Mayo, de 61 años, es el vivo ejemplo de cómo se cimenta un establecimiento a base de puntadas. Junto a la plaza de abastos posee un lugar de referencia para complementos y disfraces. Su pericia le ha valido ofertas, que rechazó, para impartir clases en la Escuela de Diseño de Sevilla y en Italia. En esta época del año emplea "a un montón de gente" y dedica 18 horas diarias a la costura. No en vano ha vestido a cuatro agrupaciones (unas 125 personas), a las ninfas del Carnaval y ha pespunteado otras decenas de disfraces para particulares. La necesidad de superación lleva no obstante a algunas agrupaciones a acudir a otros lugares: la comparsa Los Templarios ha encargado este año sus tipos, que imitan la cota de malla medieval, en Ibi y Alcoy, donde se alza una floreciente industria en torno a la fiesta de Moros y Cristianos. La empresa Planning, dirigida por José Antonio Migueles, se encarga cada año de la escenografía de un coro, del diseño del disfraz y del atrezzo, además de haber diseñado durante varios años el número musical y artístico del pregón. Todo, partiendo de la afición y la imaginación, sin formaciones académicas. Por el contrario, los métodos de financiación de las agrupaciones no han evolucionado. La consabida venta de papeletas y el ingreso publicitario para el libreto son las armas económicas de los grupos que, dependiendo de su calidad, podrán tapar algún boquete pendiente con el dinero que ingrese por los contratos posteriores al concurso. La excepción es la comparsa de Martínez Ares, organizada y constituida como una sociedad anónima limitada. En todos los casos, el autor siempre se lleva el doble que los componentes. En realidad, son las chirigotas y las comparsas las que le ven "el color" al Carnaval, ya que los coros tienen bastante con cubrir gastos al ser la modalidad que se aventura en mayores sofisticaciones. Es el ejemplo del coro Arde Gadir, que con cinco millones y medio de presupuesto -el más elevado del concurso- no ha conseguido en cambio acceder a la gran final y sus posibilidades de ingresos se ven seriamente mermadas. En el Carnaval coexiste otra realidad: las agrupaciones callejeras, fieles al espíritu transgresor de la fiesta, a las que le sobra cualquier industria más allá de sus baúles. El mundo artesanal es sólo la punta del iceberg. A partir de mañana, los bares, restaurantes y los chiringuitos improvisados se pertrechan de vinos y comidas y se disponen a calentar la máquina registradora. Los hoteles están completos desde hace semanas. Los puestos ambulantes de pelucas y caretas pululan ya por la ciudad. Los taxis no descansan. Cálculos oficiosos han elevado en años anteriores el movimiento hasta los 600 millones de pesetas en la semana de Carnaval.

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