_
_
_
_
Crítica:CRÍTICA DANSA VALÈNCIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Jordi Cortés destaca en la primera jornada

Como era previsible, también Dansa València se apunta en esta edición al espacio de Danseta, que se inauguró en la mañana de ayer en Bancaixa con Estate quieta, un espectáculo para público infantil de Producciones Sala Cuarta Pared que cuenta las andanzas de una niña que se aburre en casa. Esta coreografía y Caixes, de Nats Nuts, que se presentará los días 5 y 6, componen la programación infantil del festival. Un festival que arrancó para su público de siempre por la tarde en el Rialto, con el estreno en bloque de Lucky, de Jordi Cortés, Echo, de Marián del Valle, y Disparates nº 1: hueso de santo, de Mónica Valenciano. El primero es un muy brillante ejercicio de extrañeza en solitario recitado deliberadamente en un idioma extraño, en el que un personaje que bien podría estar sacado del primer Beckett habla sobre lo que acaso sea su vida mientras rechaza una invitación familiar por su cumpleaños. Con ese pretexto, en el que parece cierto que la musicalidad del inglés conviene a los propósitos de la coreografía, asistimos a un repertorio de situaciones excluidas de toda normalidad en el que destaca el humor desesperado y una afortunada propensión a bailarlo todo. Fue el trabajo más aplaudido en la tarde inaugural del Rialto. El Bailadero que dirige Mónica Valenciano sorprendió con una propuesta nada minimalista, tejida con hilachos de argumento, en el que tal vez sobran las interpelaciones directas al público. Una especie de locura compartida por los cuatro bailarines en escena, aspecto éste que también cabe resaltar del trabajo de Jordi Cortés, convierte en delirantes unas pocas situaciones tomadas más o menos de la vida cotidiana, donde la conducta estrafalaria se convierte en signo inequívoco de un desquicio seguramente más amplio, en una coreografía que juega a parecer narrativa cuando en realidad su poder de comunicación va por otro sitio, y que no renuncia a un agudo sentido del humor. Marián del Valle se muestra en Echo más clásica dentro de su singularidad. Una especie de juego de espejos, que resume un recorrido más que proponer la relación entre lo doble y lo uno, se apoya en una sutilidad casi estática del movimiento, cuyo impulso, y a veces sus consecuencias, se ven reflejados en las proyecciones absolutamente inmóviles que acompañan las concentradas evoluciones de la bailarina. Un cierto minimalismo de reminiscencias orientalistas queda así complementado por la proyección de los instantes que lo componen, en una conjunción que algo tiene que ver con las sugerencias acerca del paso del tiempo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_