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Morientes vuelve a aparecer

El delantero marca dos goles y salva a un discreto Real Madrid ante el Villarreal

El Madrid vive actualmente de Morientes. Y de su estado de excitación. Cada vez que remata la mete. Ayer, en un remate de gran calidad y precisión: con suavidad y casi de espaldas y a la escuadra derecha de Palop. Este gol sirvió para apaciguar la innegable crisis del equipo de Hiddink, que volvió a jugar muy mal, aunque sucedió lo de costumbre: supo aprovechar su extraordinaria relación con el gol. Ya se sabe que en este equipo marca hasta el utillero. Sin apenas merecimientos. Pues el Villarreal, que jugó casi toda la segunda parte con un hombre menos, se defendió con criterio y llegó incluso a dominar buena parte del encuentro.El partido se despertó tan chispeante y sanguíneo como merecía el entusiasta público de Vila-real, que vivía la cita como una fiesta de primer orden. La hinchada castellonense se viste masivamente de amarillo en un intento de espantar supersticiosos (el potencial sustituto de Hiddink, Luis Aragonés, por ejemplo, hubiese sido uno de ellos: no soporta este color). Desde la incuestionable autoridad de Hierro, el Madrid encajonó al Villarreal desde el primer instante. Eso sí, con el consentimiento total del grupo de Irulegui, que conoce muy bien sus virtudes y sus defectos. Entre los primeros está el orden que marca Robert en la defensa, en la que nadie mueve un músculo sin su consentimiento. O la salida escalonada al contragolpe en la que Craioveanu se inventa lo que se pueda inventar y Moisés remata lo que haya que rematar.

VILLARREAL O

REAL MADRID 2Villarreal: Palop; Gerardo, Téllez, Robert (Christiansen, m.83), Tasevski, Arregui; Díaz (Javi Sanchis, m.83), Albelda, Alfaro; Craioveanu y Moisés (Pascual, m.63). Real Madrid: Contreras; Panucci, Iván Campo, Hierro, Roberto Carlos; Seedorf, Sanchis, Savio; Raúl; Mijatovic (Karembeau, m.87) y Morientes. Goles: 0-1. M.73. Penetración por la banda derecha de Mijatovic, cuyo centro es rematado por Morientes a la red. 0-2. M.90. Roberto Carlos lanza un trallazo desde 25 metros y el balón repele en el palo y Morientes marca. Arbitro: Daudén Ibáñez. Amonestó a Gerardo, Moisés, Pascual y Téllez, que fue posteriormente expulsado en el minuto 52 por doble amonestación. Por el Madrid amonestó a Roberto Carlos, Sanchis, Mijatovic, Hierro y Seedorf. Unos 17.000 espectadores en el Madrigal.

El dominio del Madrid, sin embargo, moría una y otra vez a orillas del pie de Robert, que estuvo inmenso. Bien es cierto que a ello contribuyó destacadamente la baja forma incontestable de Mijatovic, del que apenas se supo. Más presente anduvo Savio, el único que, con su velocidad por el flanco izquierdo, parecía capaz de romper el partido. El ataque del Madrid fue cayendo en una insípida rutina y el Villarreal fue desprendiéndose del miedo. El tiempo, por supuesto, jugaba en contra del Madrid, que tiene la moral cogida de un hilo. Del mismo hilo del que cuelga el cargo de su entrenador, que ya no sabe cómo hincarle el diente a este equipo. De manera que la cita, que nació como una fiesta, se embruteció de tal manera que jugadores tan finos como Mijatovic aparecieron envueltos en disputas pendencieras. En realidad, la diferencia era de convencimiento: el Villarreal sabía lo que quería; el Madrid no. La segunda parte acentuó las tendencias que había apuntado el final del primer tiempo. Es decir, la actitud descreída del Madrid y la firme convicción del Villarreal, que por primera vez puso en apuros al debutante en la Liga Contreras. Fue en un centro bombeado en el que Contreras pagó sus escasos centímetros y Moisés le ganó la partida de cabeza, aunque sin dirigir correctamente el remate. Por ahí transcurría la segunda parte, con Iván Campo haciendo tiritar a sus compañeros por sus alardes innecesarios en la defensa, donde Téllez le atizó una patada a Seedorf y fue expulsado (minuto 53). Quedaba un mundo y, lógicamente, el Madrid debería ahora incrementar su presencia, asegurar el partido y todas esas cosas. No fue el caso.

Tan sólo Raúl, en el océano de la mediocridad, lavó la cara de sus compañeros con un disparo desde el borde del área que salpicó en el larguero, luego en el poste y más tarde botó dentro de la línea de gol, aunque sin que lo percibiera ni el árbitro ni el juez de línea. Aquel disparo despertó al conjunto de Hiddink, como si Raúl hubieses pulsado la alarma del despertador. Le entró verguenza al Madrid y, esta vez sí, decidió probar la acreditada fama de Palop. Sin entusiasmo, todo se ha dicho, pero el Madrid comenzó a acechar al Villarreal. En una de ésas, apareció Morientes. Dos veces.

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