Las 70 puñaladas
SI 70 puñaladas, asestadas en los órganos vitales de la víctima, no bastan para evidenciar ensañamiento habrá que reformar los criterios del Código Penal relativos a esta circunstancia agravante del delito. Aunque quizá lo que habría que cambiar es la mente de aquellos jueces que siguen empeñados en interpretar la ley contra la realidad social y, sobre todo, contra las más elementales reglas del sentido común. Tal vez a ello se deba la dificultad que han tenido los magistrados del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña para explicar de modo comprensible para el común de los ciudadanos su decisión de no apreciar ensañamiento en la muerte de una mujer a la que su agresor asestó 70 puñaladas, y de tipificar como homicidio, con la consiguiente rebaja de la pena, lo que un jurado popular conceptuó de asesinato.Dicen los jueces que lo que revelan esas 70 puñaladas es " la ira homicida" con que fueron insertadas en el cuerpo de la víctima. Pero ¿no revelan también que, entre tantas, algunas de ellas fueron destinadas a causar un aumento deliberado e innecesario del sufrimiento de la agonizante víctima, que, si no clínicamente muerta, estaba herida de muerte desde las primeras puñaladas, recibidas en la yugular y en otros órganos vitales? El solo criterio cuantitativo, dicen, no basta para apreciar ensañamiento. Una sola puñalada es suficiente. Pero así como en ese supuesto lo difícil sería probar que hubo tal agravante, cuando se trata de 70 lo difícil, por no decir increíble, es demostrar que no lo hubo.
El derecho tiene sus propias reglas y nadie pretende sustituirlas por el sentir popular, como propugnó en el pasado algún político interesado en instrumentar la justicia para sus fines partidarios. Pero algo falla cuando se aplica contra el sentido común y se convierte en motivo de burla o, como en este caso, incluso de ofensa para muchos ciudadanos. ¿No les dice nada a los jueces del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña la unánime crítica social que ha merecido su decisión? El sistema judicial está habituado a rectificar sentencias en los distintos escalones de apelación y, lejos de escandalizar a nadie, ésa es precisamente una de sus garantías. Pero sorprende tanta unanimidad judicial en este caso para corregir el veredicto de un jurado que había sabido compaginar con acierto sentido jurídico y sentido común. Muchos se preguntan adónde se dirige la justicia con sentencias que los ciudadanos no pueden entender y menos compartir.
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