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El censor

Según Pío García Escudero, presidente del Partido Popular en Madrid, diputado regional y senador, amén de vicepresidente del Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid y sumamente aficionado (¿de dónde sacará este señor el tiempo para tantas "aficiones"), Javier Urra, defensor del menor, es un "censor del menor" (perdón por la redundancia).Asegura, don Pío, sentirse "indignado" ante la propuesta de don Javier de prohibir la entrada a recintos taurinos a los menores de 14 años. Indignado, don Pío.

Pues, bien, a mí me indigna que don Pío se indigne, pero lo más indignante es que, además de indignarse, llame "censor" al defensor del menor. Podría don Pío llamar a don Javier cualquier otra cosa, civilizado, por ejemplo, evolucionado, se me ocurre, pero censor, lo que se dice censor, es, cuando menos, cínico por parte de don Pío.

Porque da la casualidad, por así decir, que es precisamente en las filas del partido de don Pío, el PP, donde todavía figuran eso que se entiende por censores, lo que se dice censores.

Me refiero, por un lado, a los que no hace tanto lo fueron de profesión; es decir, a los que cobraban sueldo por, por ejemplo, tacharle al poeta Blas de Otero la palabra "roja" en, por ejemplo, un verso que dijera "tu roja boca".

En la Universidad de Alcalá de Henares existe un archivo en el que los investigadores pueden deleitarse con correcciones de estilo de semejante índole. Parece una broma, hoy nos induce a la sonrisa o a la carcajada, pero esos censores que cobraban por sus informes (mercenarios) destrozaron muchos versos, impidieron muchas publicaciones, minaron muchas vidas, destruyeron muchas obras.

He oído contar al editor Jaime Salinas cómo un autor de prestigio (creo que Juan García Hortelano) se vio obligado en su día a negociar con un censor, lo que se dice un censor, el número de pezones que aparecía en una de sus novelas: no es lo mismo dos pezones que cuatro pezones, desde luego, así que, un pezón menos por aquí un pezón menos por allá, quedó sin duda un texto mucho más decente.

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Muchos de esos censores, lo que se dice censores, son ahora unos señores muy mayores afiliados al Partido Popular y seguramente muy aficionados a los toros y a la peineta (lo que queda menos claro es su afición a la lectura, por lo que parece que no sepan quién es Gertrude Stein y que un pezón es un pezón es un pezón).

Me refiero, por otro lado, a los censores no censados, a los censores aficionados, a los censores de nueva generación que, por ejemplo, censuran desde las filas del partido de don Pío que los menores presencien manifestaciones de amor como, por ejemplo, un beso entre personas del mismo sexo pero que, sin embargo, les parece un espectáculo agradable y educativo para los menores presenciar cómo un bello animal (los animales, tan amigos reales o imaginarios de los niños) cae de rodillas abatido por un dolor insoportable, con los ojos desorbitados por una mirada de terror incomprensible, con un hilo de sangre espesa (¿roja?) colgando de su boca, con un flujo de sangre imparable (¿roja?) manando de su lomo.

Curioso sentido de la cultura, curiosa defensa de los derechos del menor la del papá de pro del pepé. Así que me resulta bastante indignante la indignación de don Pío y que, para ilustrarla, se refiera a la bárbara celebración taurina como "una cultura inmensa desde la noche de los tiempos".

Claro, como a don Pío la fiesta de los toros le parece cultura, la propuesta del señor Urra le parece asunto de censor. Son dos términos, cultura y censura, que en algunas cabezas se relacionan con facilidad.

En cuanto a la "noche de los tiempos", es obvio que don Pío ha dormido siempre de un tirón y sin sobresaltos, porque en la noche, sobre todo de otros tiempos, han asaltado muchas pesadillas.

Pero en la noche también hay muchos sueños, buenos sueños, sueños mejores, y a lo mejor don Javier Urra sueña con que se acabe la tortura o con que, al menos, los menores tengan el derecho a no presenciarla.

Así que, hurra por Urra y que don Pío cierre el pico y no diga ni pío (perdón por la broma fácil, pero me lo han puesto a huevo de pájaro).

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