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Tribuna
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Todo un gustazo

Si estuviésemos en tiempos de los griegos o los romanos, el cielo se abriría para dejar paso a un nuevo Dios. Michael Jordan, el deportista más universal de la historia, nos ha dicho adiós profesionalmente desde una sala de prensa en Chicago. Nos queda el recuerdo de una leyenda, iniciada en Brooklyn, fraguada en la Universidad de Carolita del Norte (a la que hizo campeona con una última canasta ganadora) y reconocida mundialmente. La influencia de Jordan en la vida de cualquier deportista ha sido terrible. Sin ser mitómano, admito que no podía reprimir que un hilillo de baba se me cayera cuando le veía jugar. Jordan se reía de las leyes físicas, sobre todo de la gravedad, sin renunciar a ninguna de sus condiciones naturales: elegante, rápido en los movimientos y, además, un gran defensor. Referente de la NBA, su popularidad no tenía límites. Un ejemplo: fue elegido el personaje más famoso de China. Jugador fuerte y potente en su primera etapa, regresó tras su paso por el béisbol con una virtud que mantenía su superioridad respecto a sus rivales: la inteligencia. En 1992 tuve la suerte de jugar contra él y su Dream Team. Pese a nuestra condición de sparring, fue un honor. Recuerdo aún cuando al salir a la pista, le comenté a Jofresa: "¿Tú a quien coges, a Magic o a Michael?". Todo un gustazo.

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