El Laboratorio, segunda parte
Los 'okupas' desalojados de Lavapiés toman un edificio deshabitado en el mismo barrio para reabrir su centro social
Dicho y hecho. Los okupas expulsados el 22 de diciembre del ya demolido edificio de El Laboratorio, de Lavapiés, en Embajadores, 68, donde el Ayuntamiento de Madrid tiene previsto construir un aparcamiento y una zona recreativa, han cumplido en quince días su grito de guerra: "¡Un desalojo, una okupación!". En la madrugada de ayer tomaron otro inmueble del mismo barrio, un bloque de pisos en Amparo, 24, esquina con la plaza de Cabestreros. El lugar, según explican ellos y corroboran los vecinos, lleva dos décadas sin habitantes legales. Su objetivo es trasladar las viviendas y el centro social conocido como El Laboratorio que regentaban en Embajadores al nuevo inmueble, un bloque de tres plantas, de propiedad privada y formado por doce viviendas, una planta baja, un garaje y una azotea.
No es la primera vez que estos okupas entran a este edificio. Hace dos años hicieron una primera intentona que sólo duró 24 horas. Llegó el propietario con la policía y los cuatro jóvenes que estaban en el bloque tuvieron que abandonarlo. A resultas de aquello los cuatro tienen pendiente un juicio para el 1 de febrero por usurpación, hurto y destrozos en el que el propietario reclama un millón de indemnización y arresto para los encausados.
La nueva okupación se produjo de madrugada. Una vez cambiados los cerrojos del edificio y derribados los muros que impedían el acceso a los pisos, los jóvenes desplegaron desde la azotea una pancarta en la que se leía: "Veinte años vacío, ni un día más". Desplegaron sacos de dormir y vituallas en varias habitaciones y comenzaron a barrer y a adecentar una polvorienta planta baja donde se acumulan ladrillos y fardos de aislante térmico. El objetivo de tanto trajín era preparar una asamblea vespertina tras la que se proyectó la película Barrio, del director Fernando León de Aranoa, que prometió acudir si la gripe se lo permitía. A primera hora de la tarde por el lugar se acercó una patrulla policial que observó lo que ocurría y se marchó sin intervenir.
El inmueble es mucho menor que el de Embajadores que contaba con 10.000 metros cuadrados y un jardín. Su estado es bueno. Las viviendas, aunque sucias, están preparadas como si alguien fuera a entrar a vivir, con los baños alicatados y las paredes cubiertas con los papeles pintados de grandes flores que se llevaban hace veinte años. Hasta ayer el acceso a ellas permanecía tapiado, precisamente para evitar la entrada de okupas y de indigentes, que también se han cobijado en el inmueble en alguna ocasión ¿Por qué entonces lleva tanto tiempo vacío este bloque?
En el vecindario circulan versiones variopintas. Unos dicen que se construyó vulnerando alguna normativa urbanística con lo que el consistorio no le ha dado el permiso de habitabilidad. Otros hablan de problemas de herencias. Los okupas explican que el dueño ha alegado durante la instrucción judicial de su primera incursión que una persona se parapetó en el edificio durante trece años sin que pudiera echarla, algo que ellos no se creen. Pero ninguna de estas explicaciones pudo ser confirmada ayer y tampoco este periódico pudo localizar al propietario para recabar su versión.
Los okupas justifican su acción como una protesta por el hecho de que existan edificios como éste inutilizados desde hace muchos años mientras hay personas con graves dificultades para acceder a una vivienda. "En un barrio como Lavapiés, inmerso en un plan de rehabilitación y con muchos vecinos con necesidades es inadmisible que el Ayuntamiento permita situaciones como la de este bloque", afirman.
La intención de estos okupas, que aún no han bautizado el nuevo local, es habilitar en él viviendas para los 50 jóvenes que habitaban en El Laboratorio así como los talleres, la biblioteca, el bar y el comedor que regentaban en el anterior local.
"Como este espacio es más pequeño habrá cosas que no podamos hacer, por ejemplo, si resulta problemático organizar conciertos no lo haremos", aseguran. En su intento tienen una dificultad: en el desalojo del día 22, ejecutado de forma inesperada bajo la vigilancia de 150 policías y a toda prisa, buena parte de sus pertenencias cayeron bajo la piqueta que demolió rauda el edificio. Lo que sí pretenden es abrir las puertas del espacio a los mismos colectivos vecinales, de inmigrantes y de trabajo social que ya acudían al espacio de Embajadores. Eso si no tienen antes que hacer de nuevo el hatillo.
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