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Medio millón de ilusiones

Miles de niños colapsan durante dos horas el centro de la capital para recibir a los Reyes Magos

El rey Baltasar se afeitó ayer la barba. La barba que desde hace 25 años lucía el concejal socialista y ex alcalde de Madrid Juan Barranco desapareció la víspera de Reyes. "Dice la tradición que el rey negro no lleve barba", explicaba minutos antes de que diera comienzo la cabalgata de Reyes el portavoz de los socialistas mientras se transformaba en un barbilampiño rey Baltasar. Imposible reconocerle. "La sonrisa de un niño bien vale una barba", añadía el edil. Pero Barranco también aseguró que, en cuanto terminara el desfile, volvería a recobrar la imagen de siempre. Lo de subirse a una carroza real y recorrer dos kilómetros al compás de los entusiasmados chillidos de medio millón de personas (la mayoría niños) no significa que haya que olvidarse del discurso político. "Mi rey es Baltasar, el representante de las minorías étnicas. Por eso yo predico con la tolerancia y la solidaridad", decía el Barranco.

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De coronas también hablaba el concejal Félix López Rey. Este edil, de IU, es uno de los Magos más veteranos que han desfilado por las calles de Madrid. Nada menos que cinco cabalgatas lleva ya cumplidas. Sin embargo, no termina de cogerle el tranquillo a lo de ir coronado: "Cuando me agacho para saludar a los niños me da miedo darles un coronazo. No es tan fácil llevar la corona. Por lo menos, ésta", ironizaba este concejal. Y, como experimentado rey mago también podía opinar sobre la indumentaria que le tocaba llevar este año. "Esta vez me han dado una túnica que está entre Rappel y Paquito Clavel. Otras veces ha sido más seria".

El que más tardó en transformarse en mago fue José Fernández Benito, del PP, al que le tocaba representar a Melchor, el más anciano de los tres reyes. Aun así, los tres Reyes Magos y su enorme séquito, formado por 38 carrozas, cumplieron con toda puntualidad con los niños madrileños. A las seis en punto, tal y como estaba previsto, sonó el petardazo que anuncia la salida de todos los carruajes y comparsas del desfile, que esperaban desde varias horas antes, perfectamente alineados, en el paseo de Coches del Retiro.

Horas y horas llevaban esperando el paso de los reyes cientos y cientos de niños en compañía de sus sufridos papás. Disfrutar de un sitio en primera fila en la calle de Alcalá o en la plaza de la Independencia suponía plantarse en ellas desde las cuatro de la tarde. Lo mismo que en la Puerta del Sol, en la que las carrozas que transportaban a los tres magos llegaron a las ocho de la tarde. También, tal y como estaba previsto.

Los que no están dispuestos a soportar una espera tan larga sobre el asfalto buscan alternativas que les permitan saludar a los Reyes. La más extendida es la escalera metálica. Se ven decenas de ellas desplegadas a lo largo del desfile. En cada peldaño se colocan varios niños. Así también se les puede ver la cara a los Reyes, saludarles con las manos y gritar su nombre. Es lo que hacen los pequeños que acuden a la cabalgata.

Los niños no hablan, chillan cuando están entusiasmados y tienen que realizar algún comentario. Y si se trata de saludar a un rey mago, gritan a pleno pulmón. No importa que tengan la cara prácticamente aplastada contra las vallas que coloca la Policía Municipal o que estén incómodamente subidos en los brazos de sus padres. "¡Gaspar, Gaspar! He sido buena, Gaspar. Tráemelo todo", suplica una niña a voces, con la cabeza levantada hacia el cielo, al paso de este rey mago. "¡Que he sido buena!".

El potentísimo griterío de los niños se mezcla en algunos momentos de la cabalgata con una cantata de Bach que suena desde la carroza cargada de enanitos de cartón piedra. O con las canciones de la tuna, representada en el desfile por 150 animados músicos y cantantes. "Guapos", les grita una niña bastante pequeña. También suenan villancicos que muchas veces corean los niños y adultos que observan el paso de las carrozas.

Globos con todo tipo de fantasías (ahora los hay que imitan un teléfono móvil) por los aires. Y miles y miles de bombillas de todos los colores circulando desde el Retiro hasta la plaza Mayor. En mitad de tanto adorno navideño, 20 burros llegados desde Tres Cantos. Son los que traen los miembros de la Asociación de Amigos del Burro, que desfilan por tercer año. "Los rescatamos de mataderos o recogemos los que la gente abandona. Hemos conseguido criar a siete", decía un joven miembro del grupo. Casi 1.300 personas velaban ayer por la seguridad y la organización de la cabalgata. Hubo también protestas por la mala organización. En el paseo de Coches del Retiro, los que llegaban tarde se colocaban en las primeas filas, delante de los que llevaban dos horas de espera. Más chistoso fue lo que ocurrió en Barajas: como las carrozas no cabían debajo de los puentes, hubo que desmontarlas en presencia de los atónitos niños para que continuara la cabalgata.

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