El Barça seduce con goles
Los azulgrana mejoran su juego ofensivo y consiguen una goleada histórica a costa de un débil Alavés
Siete goles y una profunda sensación de alivio. El Barça empezó ayer el año en paz. Sin gritos de dimisión, sin pañuelos y sin ira. El Camp Nou se expulsó la angustia de encima, disfrutó con la goleada y acabó sumido en el delirio tras la proeza de Oscar: un jugador apenas inédito y que metió dos goles en un suspiro tras sustituir a Anderson. El grupo de Van Gaal se reconcilió consigo mismo a costa de un débil Alavés y logró en una tarde lo que no consiguió en dos meses: reencontró a lo grande la senda del gol y abrazó una victoria en casa que se le resistía desde noviembre.Tiró el Barça del sentido común de Guardiola, de la suprema inspiración de Figo, y de los goles a pares que marcaron Rivaldo, Luis Enrique y el mayor de los García. Fue todo un símbolo. Todo un mensaje La afición ayer sacó pañuelos aunque esta vez para celebrar el olfato de Oscar y para decirle al holandés que olvide su obstinación y deje de despreciar a la cantera. El técnico pagó cara su soberbia: dijo que no había visto los dos goles que el futbolista había marcado ante Nigeria porque no le había regalado la cinta de video y ayer los vio en directo y en apenas dos minutos. El estadio acabó coreando el nombre del delantero. La guinda final para la mejor tarde de la temporada.
Van Gaal salvó la cabeza en Valladolid y ayer reforzó su presencia en el banquillo. Otro mundo en sólo dos jornadas. El Barça ha pasado en dos días de eludir el fantasma de la promoción y ya está a cuatro puntos del líder. El holandés apostó por la reacción de su equipo y no se equivocó. Harto ya de sí mismo, harto el Barça de sumirse en el ridículo, los azulgrana salieron al césped seguros de sí mismo. Fue para el Barça una tarde redonda: supo exprimir las enormes carencias del Alavés, mejoró en su fútbol de ataque y puso sobre la mesa, por encima de todo, el talento individual de medio equipo. El equipo de Vitoria no logró ni por asomo imitar la hazaña del Villarreal. Ni tampoco tuvo suerte: no pudo empezar el año con Julio Salinas ni Nicola Berti, sus dos refuerzos navideños para huir de la promoción.
No empezó, sin embargo, la fiesta con tanta armonía. Van Gaal se desdijo de su sospechoso plan en el Nuevo Zorrilla y volvió a dar las riendas del equipo a Guardiola, su capitán, escoltado por Xavi y con Luis Enrique como media punta. Abelardo echó el cierre detrás aportando más seguridad una defensa aliada con el suspense. El patrón no se tradujo en un fútbol más seductor. Le costaba al Barça llegar a puerta y el balón viajó con plomo. La grada no fue ajena a tanta confusión y empezó a silbar. Pero los abucheos pronto quedaron ahogados. Figo se inventó una jugada antológica: recibió de Guardiola un perfecto pase en diagonal, se rifó a Josete en un regate seco y lanzó un disparo suave, que batió a Kike. El Barca siguió jugando a trompicones, Rivaldo tuvo que llegar a taparse los oídos para evitar los reproches hasta que Figo volvió a aparecer. El portugués centró y Luis Enrique marcó. El día estaba ya encarrilado.
La reanudación no tuvo apenas historia. El Alavés perdió la posición, dejó unas enormes lagunas atrás y el Barça perforó su defensa a placer por abajo, por encima y por el medio. Rivaldo decidió abandonar la pesadilla de la banda izquierda y marcó dos goles e intervino en otros tres. El marcador fue engordando y se intuyó la goleada de escándalo. Desarbolado, el Alavés apenas intimidó. Hesp desbarató la mejor ocasión de Sibori aunque luego no pudo evitar el gol del honor de penalti logrado por Pablo. El marcador parecía definitivo pero quedaba una ilusión, Oscar sustituyó a Anderson y llenó de magia el estadio con dos goles con un punto de venganza. Fue la mejor despedida. El Camp Nou, por primera vez en una eternidad, bajó la persiana aliviado. Falta ahora ver si esa serenidad se mantiene la próxima cita ante el Athlétic.
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