Van Gaal confía en el renacimiento

Ni pañuelos, ni gritos de dimisión, ni otra derrota. Año nuevo, vida nueva. Un día de paz. Louis Van Gaal, técnico del Barça, se agarró ayer a ese refrán y a la incondicional confianza que le muestra el presidente Núñez para liderar el renacimiento azulgrana. Pero el dicho deberá ir acompañado de interrogantes hasta después del partido en el Camp Nou ante el Alavés (17.00 horas). Pesa demasiado la humillante goleada ante el Villarreal, la derrota ante el Atlético y quedan aún muchos recelos. Cansado de esa espiral tan dañina, el Barça se propone hoy continuar la tímida recuperación en Valladolid antes del parón navideño y ganar en casa por primera vez en 50 días (la última vez fue un lejano 15 de noviembre ante el Tenerife). "Quiero empezar con una victoria, es lógico. Y pienso que el equipo desea cambiar esta actitud de perder tantos puntos. Hace un año, ya lo conseguimos", dijo Van Gaal aludiendo a que el Barça superó un sinfín de baches precisamente en enero. Van Gaal, al menos, da la espalda a los tópicos. El holandés compareció como siempre: seguro, confiado y sin el menor signo de que vaya a cambiar de política. "¿Si he reflexionado estos días en Holanda?", dijo repitiendo la pregunta. "No porque me vaya a casa a pasar la Navidad con mi mujer, mis hijas y mis amigos voy a cambiar de idea. Yo me examino cada día".

Van Gaal rompió en pedazos su ideario en Valladolid para sobrevivir. Dejó a Guardiola en el banquillo y todo indica que hoy le volverá ceder las riendas del equipo. Otro cambio vendrá impuesto: Anderson ocupará el puesto del sancionado Kluivert. El holandés convocó ayer a 18 jugadores y se congratuló de que, por primera vez, puede elegir para confeccionar su lista: "Luis Enrique y Abelardo están ya recuperados y, con ellos, puedo volver a mi sistema".

Pero su convocatoria no ha cambiado mucho: Baía seguirá en la grada ("Esto no es vida", dijo ayer el portugués) y Óscar regresa tras casi dos meses fuera. Parece que no le valdrán de mucho los dos goles que marcó ante Nigeria. Tiene todos los números para ocupar una butaca de espectador. "¿Si vi el partido que hizo Cataluña?, se preguntó Van Gaal. "No, Óscar todavía no me ha regalado un vídeo", dijo en respuesta al comentario irónico que hizo el mayor de los García cuando deslizó esta semana que quizás ese no sería un mal obsequio para su entrenador.

Borrón y cuenta nueva. Como si el turbulento mes de diciembre no hubiera existido nunca. Sin el menor énfasis, sin el menor guiño hacia los socios, el holandés repitió el disco de que desea que la afición apoye al equipo. "¿Que Camp Nou espero? Pues confío en que la afición nos apoye porque siempre tienen que hacerlo. Si los jugadores perciben ese respaldo, también juegan con mayor confianza".

El Alavés llega al Camp Nou en su versión pretérita. El equipo de José Manuel Esnal, Mané, acude sin sus dos nuevas adquisiciones navideñas: Julio Salinas y Nicola Berti. Ambos no han cerrado aún los compromisos con sus anteriores clubes -Yokohama y Tottenham- y, por tanto, el conjunto vitoriano deberá aguantar una jornada más con lo que tiene, que a la vista de los resultados es bien poco. Sólo ha ganado una vez fuera de casa (en Tenerife) y otra empató en A Coruña.

El resto, todo derrotas. Analizado así, el Alavés parece una víctima ideal para que Van Gaal alivie sus sudores fríos. Pero hay un dato que puede inquietarle. Sin una razón aparente, el equipo de Vitoria se esmera tanto con los grandes que ha obtenido mejor nota que con rivales de su mismo tamaño. De hecho, ha destronado en Mendizorroza a los tres líderes que han desfilado: Zaragoza, Celta y Madrid.

Barcelona: Hesp; Reiziger, Abelardo, Okunowo; Guardiola, Xavi, Luis Enrique, Cocu; Figo, Anderson y Rivaldo.

Alavés: Kike; Berruet, Karmona, Rocha; Alfonso, Desio, Pablo, Josete; Sívori, Ibon Begoña; y Canabal.