Deseos 99
La fortuna ha querido que caiga en jueves el último día del año, por lo que me corresponde despedir la columna de esta página donde tan esforzadas y mucho más meritorias plumas que la mía compiten a diario. Así que, entre turbado y emocionado, tomo la ocasión como un probatorio designio de los dioses, o mejor, de las hadas, puesto que tiempo es de contar cuentos. También de formular deseos, para que todo nos salga un poco mejor el año que viene. Lástima que tan buena costumbre haya sido sustituida por esas modas ridículas del lacito rojo, el oro en el champán, el pie izquierdo levantado y no sé qué otras acrobacias. Lejos de mí también la tentación de aprovecharme para mi propia conveniencia, lo cual sería imperdonable. Deseos representativos, ya se entiende, que puedan servir a todos, y por lo tanto no expresados al tuntún ni al primer vahido del corazón. No, no. Atención, que ahora vienen las reglas para este trascendente juego que, en nombre del hada madrina de la chimenea, os quiero proponer. Han de concretarse esos anhelos, como manda la tradición de los cuentos folclóricos, tras mucho meditar y de común acuerdo entre los contertulios; sin ponerles demasiada ambición -pues seríais castigados por ello- y que sean sólo tres. Ah, esto es lo más importante, el número. Enseñan también los viejos relatos junto al fuego que se ha de poner mucho cuidado con las espontáneas apetencias del tipo de "¡quién tuviera una buena morcilla como las de los vecinos para poder pensar con la barriga llena!", pues al instante se nos aparecerá una buena morcilla pinchada en el espetón, pero habremos malgastado un deseo. En nuestro caso, pudiera ser: ¡quién estuviera en Baqueira-Beret esquiando con los famosos! Pamplina mayor no cabría imaginar, pero no hay que descartar que a alguno de los pegados a la lumbre le dé por ahí. Mas si tales cosas ocurrieran, ojo con ponerse a discutir o a reprender al hambriento o al frívolo, pues en ese trance fácil es que se escape un volitivo ¡debería pegársete la morcilla a la nariz!, como en el cuento de Perrault-Fernán Caballero, o un ¡pues quédate con Jose María Aznar llevándole los bastones! Tales pesadillas se cumplirían de inmediato y lo peor es que ya habríamos malgastado el segundo encantamiento. En resumidas cuentas: tres deseos muy bien pensados, acordados y que no nazcan de la envidia, de la vanidad ni aun de otros pecadillos muy propios de estos tiempos -¡y de cuáles no!-. Así que, venga, poneos a pensar tranquila y silenciosamente, a ver si acertáis con la tres cosas que mejor pudieran convenir a Andalucía en el año entrante. ¡Chist! En este momento, mientras chisporrotean los leños y el pájaro de los diamantes pone sus huevos en la fantasía de los niños, o el gran pez de las escamas de oro nos lleva a su palacio de cristal, todo lleno de tesoros, la pequeña hada madrina de la chimenea bajará por ella lentamente, envuelta en sus tules de humo blanco, y con su risa cantarina tratará de distraeros para que no penséis en cosas demasiado serias, que es la última y secreta regla nunca dicha, hasta hoy. Y era también mi última licencia, mi regalo de despedida del 98. Espero que los antiguos dioses del hogar andaluz no me castiguen. ¡Suerte y feliz 99!
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