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FÚTBOL PRIMERA DIVISIÓN

El Oviedo da una lección al Madrid

El equipo de Hiddink actuó con una apatía galopante y fue superado en todos los aspectos

Santiago Segurola

El Oviedo le tuvo fe a un partido que el Madrid se tomó a broma. Su desgana fue asombrosa. Cuando jugó con corrección, lo hizo sin pujanza, sin la punta necesaria de agresividad, como un equipo de ancianos. Cuando jugó mal -durante todo el segundo tiempo-, daba pena verle. Se olvidó de varias cuestiones fundamentales en el fútbol: los marcajes, los mecanismos colectivos, la solidaridad en el reparto de esfuerzos. Es decir, todo aquello que está movido por la voluntad y un sentido profesional de la vida.Todo lo contrario que el Oviedo, mejor estructurado, más ardoroso, siempre metido en la faena. El encuentro, que comenzó con detalles estupendos, derivó hacia lo laborioso. Y en este aspecto el Oviedo le sacó una distancia sideral al Madrid, preso de una apatía incomprensible.

REAL OVIEDO 1 REAL MADRID 0

Real Oviedo: Esteban; Eskurza, César, Onopko, Manel; Iván Ania, Bento, Nadj, Pompei (Ravarinovy, m.64); Dubovsky (Moreno, m.74) y Dely Valdés (Fabio Pinto, m.84).Real Madrid: Illgner; Panucci, Sanchis, Iván Campo, Roberto Carlos; Raúl, Jaime (Morientes, m.80), Seedorf, Guti (Rojas, m.86); Savio y Suker. Goles: 1-0. Minuto 76. Jugada de Eskurza por la derecha. Su centro es cabeceado por Dely Valdés ante la pasividad de Panucci. Árbitro: Juan Manuel Brito Arceo. Amonestó a Nadj y Jaime. Unos 17.000 espectadores en el Carlos Tartiere.

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Todos los asuntos del partido favorecieron al Oviedo. Jugó mejor, remató más, combatió con la intensidad que le faltó al Madrid, persiguió la victoria con decisión, venció en lo táctico y se impuso en cada uno de los duelos individuales. Si había que anticiparse, se anticipaba un jugador del Oviedo. Si había que pelear por un balón dividido, lo mismo. Fue intachable en todo eso que se llama ética del trabajo. Y como el partido se decidió por esa vía, el Oviedo le dio un repaso al Madrid.

Pero no sólo le superó por coraje. También por fútbol. El Oviedo supo en todo lo momento lo que tenía que hacer para ganar el partido. Jugó por los costados, aprovechó la mandanga madridista en los marcajes, actuó con rapidez y metió la pelota en el área, donde Dely Valdés fue el rey. Más o menos, todo lo que no hizo el Madrid: siempre al paso, por el medio, sin arañar, con una dejadez que terminaba por convertir el juego en una pompa de jabón. Hasta se olvidó del área, algo sorprendente en un equipo que se ha sostenido por su facilidad para encontrar la portería. Pero ninguna de las lacras madridistas es nueva. Y si a este equipo le falta el gol, se queda en nada.

Sobre las responsabilidades, están compartidas. Parece claro que el entrenador no va a sacar al Madrid de su estado actual. A Hiddink no le distingue ni su capacidad para estructurar tácticamente al equipo ni para inflamarlo. Si juegan cuatro o cinco defensas, es igual. Poco importa, porque el Madrid no adelanta su línea defensiva ni a tiros, porque la idea de presionar produce repugnancia y porque casi todo el mundo se hace el longuis. Pero si el entrenador es incapaz de marcar una línea concreta de actuación, los jugadores tampoco ayudan demasiado. En Oviedo hubo varios que se quitaron del partido. Llovía, hacía frío, el encuentro resultaba molesto, el Oviedo apretaba. Demasiadas incomodidades para tanta prima donna.

El Madrid maquilló muchas de sus carencias en el primer tiempo con una ración abundante de pelota. En realidad, es la única forma de defenderse que tiene. Sin el balón es una ruina. Cada uno va por su lado, y algunos no van por ninguna parte. Ni los habituales suplentes se tomaron en serio su oportunidad. Sólo Guti hizo cosas interesantes. Pero en el segundo tiempo participó de los mismos defectos que los demás. Suker confirmó punto por punto que no está para jugar un partido completo. Ni medio. Se desentendió de cualquier obligación y nada se supo de él. Pero lo mismo se puede decir de Savio o de Seedorf. En el Oviedo, la actitud fue irreprochable. Y el juego, muy meritorio. Pareció un equipo trabajado, sujeto a un plan, firme en todos los aspectos. Su generosidad tampoco se discute. No salió para matar al Madrid de aburrimiento. Sufrió levemente durante el arranque del partido, pero siempre jugó de manera intrépida, algo que se agradece. Por fortuna, en la Liga española todavía hay espacio para equipos que pretenden convertir el fútbol en algo atractivo, cualesquiera que sean su presupuesto y los nombres de su plantilla.

El Oviedo inclinó el partido poco a poco, quizá porque siempre estuvo dispuesto a pelearlo. El Madrid, no. Después de un prometedor y espumoso comienzo, se quedó varado frente a un rival más dinámico y con más ideas. Y si era necesario, el Madrid también le ayudaba. Por ejemplo en su desdén por los marcajes. Dubovsky, Pompei y, sobre todo, Dely Valdés recibían el balón sin nadie encima. Lo de Valdés causó perplejidad. Único delantero frente a dos defensores, sólo se sintió encimado durante un breve pasaje del primer tiempo. De su grado de libertad habla su altísimo número de remates, casi todos en situaciones ventajosas. Para añadir más lastre, el Madrid se olvidó de los rechaces, aprovechados de forma sistemática por los centrocampistas del Oviedo.

La superioridad se hizo tan evidente que sólo faltaba el gol para concretarla. Lo marcó Valdés, como no podía ser de otra forma. La jugada tuvo la virtud de contrastar la diferencia entre los dos equipos: una acción de persistencia, por la banda, con un excelente regate y un centro al segundo palo, algo que no hizo el Madrid durante todo el partido. Del remate, otra consecuencia. Valdés actuó con más rapidez, con más decisión y con más astucia que Panucci, que hizo mal su trabajo. Como los demás.

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