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El cantautor uruguayo Jorge Drexler muestra su "pop folclórico" en Vizcaya

Quienes acudan esta tarde al Getxo Antzokia (20.00) o mañana al Zinema Ermua (22.15) se encontrarán subido al escenario al cantautor Jorge Drexler, un médico de Montevideo que colgó los trastos de doctor para dedicarse en exclusiva a la música. Él sólo, parapetado tras su guitarra, desgranará un ramillete de canciones que toman prestados elementos del pop, de la tradición rioplatense, del candombe, la milonga, la chacarera, la murga, la zamba y la samba.

La posibilidad de vivir de la música empujó a Jorge Drexler a abandonar su país natal, donde dejó dos discos grabados, sus amigos, su familia, un buen trabajo y una raíz musical que porta enorgullecido. Su ansia por centrarse en la música pudo más que todo ello y hace cuatro años, incitado por Joaquín Sabina, aterrizó en Madrid, donde fijó su residencia y ha confeccionado dos nuevos elepés titulados Vaivén y Llueve. Dos álbumes que, a su pesar, han caído en el saco de los nuevos cantautores. "Aquí, si ven a alguien con una guitarra tocando canciones con textos más o menos cuidados y que no son estrictamente para bailar, eso se entiende mucho por cantautor. Más si utilizas, como yo, el pop folclórico, que se asoció durante mucho tiempo con la canción de protesta latinoamericana. Sé que no dejo las cosas muy claras, pero me considero más heredero de músicos a los que no se llama cantautores, como Caetano Veloso, Ani DiFranco o Neil Finn. Yo aquí me siento más familiar, por ejemplo, de Kiko Veneno que de los cantautores de la vieja hornada", afirma Drexler. Con todas las referencias que cita, el cantante ha construido una colección de canciones que lo mismo celebra el nacimiento de su primer hijo que se detiene en las bondades de la lluvia y del baile. Así, no ha podido eludir cierta fama de blando, que le sorprende y le anima a dirigir un corrosivo mensaje a aquellos grupos que presumen de dureza escudando sus carencias tras un muro de decibelios: "Escuchas discos de Silvio Rodríguez, Lennon o Dylan y palpas que esa voz y esa guitarra tienen mucha más fuerza que la mayor parte de las cosas que escucho en la radio y se denominan fuertes. Muchas veces subir dos puntos más el volumen del amplificador, más que reforzar algo, encubre carencias y vacuidad". Esa impresión corresponde a alguien que semanalmente actúa en una pequeña sala madrileña, lo cual denota que el placer de hacer música prevalece sobre otro tipo de intereses. Y es que, para Drexler, la música es más que una forma de ganarse los cuartos: "Yo estoy en esto porque realmente me gusta. Tenía la vida solucionada en Uruguay y a los 30 años dejé la medicina por la música como una opción peligrosa y de la cual me alegro". Esa satisfacción le permite avanzar poco a poco de cara a la definitiva consagración. El próximo paso será la edición de un nuevo elepé cuyo repertorio ya está preparado y del que adelanta una apertura temática que, "como un ejercicio personal", promete abarcar la dictadura que padeció su país. "Para mí eso es hacer canciones: mirar dentro tuyo, sacar cosas para fuera y no quedarte siempre en los mismos tópicos", arguye.

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