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13 noches (y un bis) con Miguel Bosé

Diego A. Manrique

Reiteremos lo obvio: la patética sequía de programas musicales dignos en las televisiones nacionales se mitigó con ese potente Séptimo de Caballería que ayer concluyó su primera temporada en La Primera de TVE (reaparecerá en la misma cadena en 1999, con 13 nuevas entregas).El espacio presentado y dirigido por Miguel Bosé volvió a poner en evidencia a los programas prácticos que prefieren que los cantantes hagan mimo sobre música enlatada o que se gastan esa parte del presupuesto en contratar muslos danzantes: imposible contemplar a Pancho Céspedes haciendo play back después de comprobar cómo se las gasta el torrencial cubano en directo. Con un sonido brillante y una realización más que cuidada, Séptimo de Caballería transmitió realidad y emoción.

Miguel Bosé igualmente sacó beneficio a la vieja fórmula de juntar artistas dispares, aunque la reunión más esperada -Alaska llevaba años suspirando por cantar con Raphael- se saldó con una decepción: el Monstruo de Linares redujo a su seguidora número 1 a la condición de corista. Tampoco hubo grandes revelaciones en las entrevistas, lastradas por un Bosé demasiado obsequioso y por un compadreo con los invitados de su círculo que a veces resultaba hasta sonrojante.

Rodeado de amigos

Como cualquiera, Bosé gusta de rodearse de amigos en las situaciones comprometidas, aunque eso proporcione munición potencialmente letal a los que se consideran discriminados: circulan por la industria musical listados que especifican el generoso tiempo concedido a artistas con los que comparte discográfica o management o bien forman parte de su propia productora. Una acusación reafirmada por decisiones como la de reemitir el especial Alejandro Sanz coincidiendo con la avalancha de premios derramada sobre el autor de Corazón partío. Otros lamentan la escasa presencia del rock puro, sea joven o adulto: Loquillo se ha proclamado indio sioux y ha desenterrado el hacha de guerra contra el Séptimo de Caballería.Por el contrario, Miguel Bosé evitó la trampa en la que cayeron otras figuras en situaciones parecidas: prácticamente no ha cantado en su programa. Sus buenas artes también sirvieron para que los visitantes se sintieran a gusto y rindieran por encima de lo previsto, caso de REM. Como suele ocurrir con los programas privilegiados, Séptimo de Caballería despertó rencores, pero en su planteamiento esencial marca rumbo para que la televisión estatal vuelva por sus fueros.

[Séptimo de Caballería ha obtenido una audiencia media de 1.403.000 espectadores.]

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