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Generaciones para después de la batalla

Un instrumento de comunicación y de trabajo. Esta es la doble condición básica de toda lengua normalizada. Y así es como perciben hoy el valenciano los estudiantes que empiezan a abandonar los institutos en nuestra comunidad autónoma después de haber sido alfabetizados en las líneas en valenciano en los sucesivos ciclos de enseñanza infantil, primaria y secundaria. Se trata de un contingente formado por gran cantidad de jóvenes que crecen y evolucionan - se socializan, como dicen los expertos- desprovistos del mayor trauma que ha sufrido la sociedad valenciana en las últimas décadas. Son la generación que protagonizó la entrada en vigor de la Llei d"Ús i Ensenyament del Valencià, hace exactamente 15 años. Y si las negociaciones políticas sobre los miembros que han de componer la recién creada Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL) llegan al puerto de la ciencia, estos jóvenes se convertirán también en la generación que disfrutará de un futuro cimentado en el respeto por aquello que han aprendido en las aulas: la unidad lingüística entre el valenciano y el catalán. Así lo afirman ellos, sin complejos y sin la necesidad de ninguna otra militancia que la del uso normalizado de las dos lenguas oficiales en la Comunidad Valenciana. Arantxa Miró, Anna Sánchez, Josep Maria Zapater y Júlia Zabala, representan a esa generación anónima que empieza a dibujar ya un determinado perfil de la normalidad. "Nosotros fuimos el experimento, todos nos observaban; pertenecías a un bando o a otro y eso dio lugar a unos clichés, que si bien responden a sectores minoritarios se generalizaron al resto", dice Arantxa, de 20 años edad y natural de Alcoy, que estudia tercer curso de Historia del Arte en la Universidad de Valencia y que pide que su nombre se escriba "con tx". "Mi hermano, que estudia segundo curso de ESO, ya no tiene esos problemas; los estudiantes de las líneas en valenciano y en castellano se mezclan perfectamente. Hay un aumento del valenciano sin esos conflictos: eso es la normalidad", concluye Arantxa. Josep Maria, que nació en Valencia hace 18 años y que estudia tercero de BUP en el IES Cid Campeador, afirma que en este sentido la capital es diferente: "Yo sufro algún rechazo cuando llevo alguna camiseta con motivos mediterráneos o de más al norte, como la de Mariscal con las sílabas BAR-CEL-ONA". A diferencia de los dos casos anteriores, cuyos padres eran ambos valencianohablantes, Anna ("con dos enes") es hija de un matrimonio mixto. Su madre es de Cullera y su padre es de Massanassa, hijo de inmigrantes murcianos de Jumilla, pero ya de joven empezó a hablar castellano. Anna tiene 21 años y estudia primero de Magisterio en la rama de Educación Física en la Escuela Universitaria Ausias March de la Universidad de Valencia. Para ella cualquier lengua, "es un medio de comunicación", aunque con el valenciano se siente más cómoda porque tiene "más soltura". "Mi manera de defenderla", asevera, "es usándola". Ésta es una opinión compartida por estos cuatro jóvenes, aunque es Júlia la única que introduce la apostilla de que la lengua "es un instrumento de trabajo". Júlia afirma que su caso es un tanto "exótico". Tiene 23 años y nació en Torrent, una población de las llamadas de aluvión, donde más del 80% de sus habitantes son inmigrantes. Sus padres y sus dos hermanas son castellahablantes y ella el año pasado finalizó la carrera de Filología Catalana en la Universidad de Valencia. Más que una curiosa evolución el suyo es un caso de auténtica metamorfosis, que ella explica en clave biográfica: "Salí de la escuela sin saber nada de valenciano y en primero de BUP el director nos informó de que buscaba alumnos para formar un grupo de 15 personas para poder solicitar a la Consejería de Educación una línea en valenciano. Yo acepté por tres motivos: tenía interés en aprenderlo, era un grupo reducido y mis amigas también se apuntaron. Éramos todos, excepto dos o tres casos, castellanohablantes. Cuando inicié la línea, en segundo, no hablaba ni una palabra en valenciano. Después, poco a poco, lo empecé a hablar con algunos alumnos y con algunos profesores. Al año siguiente me matriculé en Filología Hispánica, pero mi interés por el valenciano fue creciendo y en segundo me pasé a Filología Catalana". En cualquier caso, se trata de personas cuya alfabetización bilingüe les permite afrontar el mercado cultural desde otra óptica. Las cuatro confiesan optar por la edición en catalán cuando pueden escoger entre esta y el castellano y los cuatro se relacionan con su familia en valenciano. "Esto ha hecho que mis padres también se hayan esforzado en entenderlo mejor, al ayudarme con los deberes del colegio o al tener que responder a los recados que les dejo", dice Arantxa. Una vivencia que también comparte Anna, quien tiene a medias la lectura de Gràcies per la propina, de Ferran Torrent: "Me la recomendó mi padre porque le gustó mucho y porque es un escritor de la zona". Se confiesa seguidora de la teleserie Laberint d"ombres, de TV3, y de los informativos de Tele 5 y dice no sentirse identificada con Canal 9: "No me gustan los programas y sueltan muchas espardenyades y eso me molesta porque son precisamente ellos los que deberían de hablarlo correctamente".

"Rasgos anormales"

"Desde la aprobación de la Llei d"Ús i Ensenyament se puede realizar una radiografía de la normalidad, pero contiene también algunos rasgos anormales", asevera Vicent Esteve, secretario general del Sindicat de Treballadors de l"Ensenyament (STE-PV). Según Esteve, dicha ley tiene también sus "maldades" en materia lingüística. El secretario general del sindicato mayoritario en el terreno de la enseñanza lo resume así: "El valenciano está sólo en el sistema público, o sea más del 60% de la red educativa, y esto, que es una actitud reduccionista, unido a una política que favorece la escuela privada, genera un claro problema de escisión social en lo que respeta a la recuperación del valenciano". Los dos aspectos restantes están directamente relacionados: "La Consejería de Educación concede, gracias a un vacío legal, todas las exenciones de valenciano en la enseñanza secundaria en las zonas castellanohablantes, con lo cual se crea una fractura social. Es un problema práctico porque son alumnos que cuando cambian de zona se encuentran con un mundo para el cual nadie los ha preparado mínimamente. En este sentido, Esteve recuerda la reacción del primer consejero de Educación del PP, Fernando Villalonga, cuando se le expuso este problema: "Entonces, si allí el valenciano no es oficial, se está incumpliendo el Estatuto de Autonomía".

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