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Entrevista:FÉLIX ARES DIRECTOR DEL KUTXAESPACIO DE LA CIENCIA

"Es un tanto sorprendente la falta de curiosidad por la ciencia"

El ingeniero de Telecomunicaciones y doctor en Informática Félix Ares de Blas, nacido "accidentalmente" hace 52 años en Madrid, ha sido nombrado director del museo Kutxaespacio de la Ciencia que se va a inaugurar en el parque tecnológico de Miramón en la primavera del año 2000. Compagina su trabajo como coordinador general del euro en la Kutxa de Guipúzcoa con una frenética actividad como divulgador científico en revistas, radio y televisión. Pregunta. ¿Qué pierde una sociedad que no dispone de un museo de la ciencia? Respuesta. Pierde vocaciones científicas en un momento histórico en el que la ciencia es el motor de la economía y, por tanto, del triunfo. P. ¿Es posible hacer una divulgación científica digerible para el ciudadano profano en la materia? R. Sí, aunque es muy difícil. Europa es cada vez más consciente del valor estratégico del conocimiento científico y no es casual que la comisaria europea Edith Cresson tenga como uno de sus objetivos primordiales la divulgación de los conocimientos científicos entre los ciudadanos. Nuestras vidas están impregnadas por el avance científico y se destinan ingentes recursos públicos a investigación, por lo que sería deseable que los ciudadanos tuviéramos criterios sobre las investigaciones que se deben financiar, sea el cambio climático o cualquier otra preocupación social. Es el único modo de tener un voto responsable y de no dar carta blanca a los científicos. P. ¿Somos unos analfabetos científicos? R. La mayoría de la ciudadanía sí, y es un déficit que hay que corregir, porque luego viene cualquier mangarrán que dice que los microondas producen cáncer y nos lo creemos porque no tenemos información con la que rebatir esa afirmación. P. Utilizamos decenas de nuevas tecnologías, pero desconocemos su estructura de funcionamiento. R. Es un tanto sorprendente la falta de inquietud y curiosidad. Aún a riesgo de simplificar, tecnologías que son complejas pueden entenderse de un modo asequible. Un horno microondas no es más que un aparato que hace vibrar las moléculas. P. ¿Cree que los planes educativos actuales dan una formación adecuada sobre el mundo de la ciencia? R. Hay de todo. Creo que en muchos casos la docencia de asignaturas científicas adolece de una falta de aventura humana. Pienso que para explicar las tres leyes de Kepler [creador de la mecánica celeste, nacido en 1571 y muerto en 1630] sería más atractivo relatar que, en realidad, buscaba otra cosa y que se equivocó 30 veces en sus experimentos. Cuando se imparte un conocimiento dogmático y poco humano, pierde capacidad de atracción sobre el alumno. P. El miedo religioso ante la llegada del año 1000 se ha transformado en un temor técnico, informático, frente al advenimiento del nuevo milenio. R. No sólo, puesto que en Estados Unidos hay una excesiva concienciación que ha generado ciertas actitudes místicas y, desde esa perspectiva, no hemos avanzado mucho en un milenio. En todo caso, se trata de un problema gravísimo que afecta no sólo a los ordenadores personales, ya que existen procesadores en multitud de instalaciones: depuradoras de aguas residuales, lavadoras, máquinas de radiación... P. A finales del pasado mes de noviembre se envió la primera pieza de la Estación Espacial que se va a construir durante los próximos cinco años a 500 kilómetros de la Tierra. ¿Qué le sugiere la creación de esa primera colonia espacial? R. Tendrá repercusiones fundamentales que ahora no acertamos a adivinar. En 1969, nadie previó tras el primer viaje a la Luna que 30 años después toda la tecnología de materiales, la microinformática o los satélites artificiales iban a ser tributarios de aquel primer viaje. Una persona puede estar hoy comunicada por teléfono celular en el sitio más recóndito del mundo. Probablemente la Estación Espacial facilitará la fabricación de medicinas nuevas, porque en un estado de antigravidez los cristales y proteínas crecen de un modo diferente. P. Frank Kyte descubrió hace un mes en el Pacífico una astilla de 2,5 milímetros que saltó a 9.000 kilómetros cuando hace 65 millones de años un asteroide chocó con la Tierra y exterminó a los dinosaurios. R. El descubrimiento parece muy sólido y no es sorprendente, porque Kyte sabía lo que buscaba, condritas carbonáceas, y lo hizo a conciencia, con pincel. No obstante, un descubrimiento aislado no significa nada, tiene que repetirse para ser verificado. Hoy por hoy, la desaparición de los dinosaurios empieza a vincularse con el impacto no de uno, sino de dos asteroides y con una extraordinaria actividad vulcanológica en la India.

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