_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La educación, según Xavier Zubiri

Hoy, 4 de diciembre, se cumplen los cien años del nacimiento de Xavier Zubiri, quien, al poder ser considerado como un trabajador único de filosofía pura, de metafísica, es, históricamente hablando, el primer filósofo español, el filósofo clásico de la historia del pensamiento español. Mientras Unamuno y Ortega pueden ser calificados de pensadores o ensayistas, Zubiri sólo puede ser tenido por filósofo que, sin contaminación alguna ni concesión ninguna, va intentando construir una filosofía primera que pretende seguir fielmente y analizar cumplidamente la marcha implacable de la inteligencia humana por desentrañar y comprender la realidad. De ello tenía Zubiri plena conciencia y su compromiso con esa profesión era total, como él mismo pusiera de manifiesto meses antes de su fallecimiento: en la recepción del Premio Ramón y Cajal (18-10-82) sostenía que investigar es dedicarse a la realidad verdadera y que la filosofía investiga qué es ser real, y en la presentación de los dos últimos volúmenes de su trilogía sobre la Inteligencia sentiente (1-2-83), afirmaba que su vida había sido una inquisición de la realidad. De aquí que su labor pedagógica haya sido tan distinta de la realizada por quienes, a pesar de sus diferencias tanto en la concepción cuanto en el ejercicio de la tarea intelectual, hicieron posible la filosofía zubiriana: si Unamuno perseguía una pedagogía de la inquietud y Ortega practicaba una pedagogía de la seducción, Zubiri procesaba una pedagogía de la inmersión, la consistente -según escribiera Julián Marías hacia 1946- en "sumergir al alumno, desde luego, y sin advertencias, en el "elemento de lo filosófico". Nada que recordase las artes tradicionales de la pedagogía: ni preparación, ni insinuaciones, ni el menor intento de poner las cosas fáciles. El oyente se encontraba inmerso, sin previo aviso, en el problematismo filosófico. Pero, sobre todo", concluye Marías, "Zubiri introducía, casi violentamente, en la filosofía a los que sentían la llamada de ésta".Su preocupación y ocupación exclusivas por y en la metafísica mantuvieron alejada la atención directa y expresa de Zubiri de una filosofía de la educación y de una pedagogía estrictamente entendidas, al igual que de otras filosofías segundas, que, no obstante, se han beneficiado de su obra metafísica. Al tema pedagógico, sin embargo, dedicó Zubiri un temprano artículo que, con el título Filosofía del ejemplo, fue publicado en 1926 en la Revista de Pedagogía, así como ha hecho referencias indirectas cuando se ha ocupado de otras dimensiones del animal de realidades que es el hombre, en los cursos privados impartidos tras la renuncia presentada en 1942 a su cátedra universitaria.

Establecidos, al inicio del artículo mencionado, los ejes sobre los que ha de girar todo proyecto educativo, "la idea del sujeto humano de la educación y la idea de aquello para que se le va a educar", pasa Zubiri a ocuparse de la educación intelectual, de la que, según la filosofía fenomenológica, "el ejemplo es el instrumento esencial". Al enfoque racionalista de la educación intelectual, cuyo ideal consiste en un enseñar a pensar que se identifica con enseñar a conocer verdades discursivamente de acuerdo con normas lógicas, se opone Zubiri por entender que la función discursiva no puede ser lo primero, ni en lógica ni en pedagogía, ya que todo razonamiento válido parte y se apoya en una previa percepción de los objetos. Por eso en la educación debe enseñarse, antes que a demostrar verdades, a mirar con los sentidos y a contemplar con la inteligencia los objetos inmediatamente dados, para poder intuir en ellos sus propiedades sensibles e inteligibles. "El verdadero educador de la inteligencia", sostiene Zubiri, "es el que enseña a sus discípulos a ver el "sentido" de los hechos, la "esencia" de todo acontecimiento. La intuición se tiene o no se tiene, no cabe refutarla ni reforzarla. En estas condiciones la misión del maestro es colocar al discípulo en "el punto de vista" adecuado para que "vea" el objeto". No se puede, sin graves consecuencias, confundir intelección con conocimiento, como tampoco oponer los sentidos y la inteligencia, puesto que los unos y la otra tienen por intuición la presencia inmediata de los objetos; de aquí que, en palabras de Zubiri, "al dualismo clásico entre el entedimiento que juzga y los sentidos que perciben es preciso oponer enérgicamente la unidad de ambas funciones". Permítaseme señalar que en esta frase se halla incoativamente enunciado lo que, más de cincuenta años después, encontrará acabada expresión en el primer volumen de su obra sobre la intelección humana: "El sentir humano y la intelección no son dos actos numéricamente distintos, cada uno completo en su orden, sino que constituyen dos momentos de un solo acto de aprehensión sentiente de lo real: es la inteligencia sentiente".

Mas dado que, según Zubiri, el ser humano, a la par que inteligencia sentiente, es voluntad tendente y sentimiento afectante, también la educación ha de ocuparse de la una y el otro. Así lo vio Zubiri, a la altura de 1961: en relación con el sentimiento advertía que "el hombre actual huye de sí mismo y para lograrlo, queriéndolo o sin quererlo, o incluso tal vez queriendo todo lo contrario, ha cultivado un régimen de aturdimiento. El hombre de hoy necesita, entre otras cosas, la higiene de la tranquilidad. Necesita también la higiene de la fruición. Parece que el hombre actual se halla en tal forma disparado hacia el futuro que carece de tiempo y de holgura para saber dónde tiene apoyados sus pies; no tiene funciones, sino perpetuos proyectos en que se devora a sí mismo". Sobre la voluntad hacía notar que, aun cuando "la volición es la dimensión más preciosa del hombre, puede decirse que, en el sentido de esfuerzo, es la cenicienta del educador"; se precisan, por tanto, todos los medios, "desde el punto de vista de la educación, para enseñar a una voluntad a esforzarse y a ser dueña de sí misma", al tiempo que "es menester que a la voluntad se le den cauces, se le den convicciones, con las cuales, efectivamente, la realidad tenga sentido para ella".

Sólo una educación que tenga en cuenta tanto a todo el ser humano como el propósito íntegro de la labor pedagógica podrá conseguir -así lo sostiene Xavier Zubiri- la promoción "de lo que "es" el hombre hacia lo que "valen" sus ocultas posibilidades".

José A. Martínez es miembro del Seminario Xavier Zubiri y catedrático de Filosofía en el Instituto Juan de Herrera de San Lorenzo de El Escorial.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_