Palermo, el goleador "loco" del Boca Juniors
La revelación de la Liga argentina sorprende por su acierto anotador y su aparente tosquedad
El Boca Juniors necesitaba un goleador para ganar la Liga argentina, que se le negaba desde 1992. Y apareció Martín Palermo, el delantero argentino más rutilante desde la aparición de... Gabriel Batistuta en el Boca campeón de 1991. Como el actual delantero del Fiorentina, Palermo llegó al Boca sin crédito. Si Batistuta representó la potencia y el oportunismo, Palermo ofreció el mismo olfato, con menos habilidad, mayor corpulencia y un salto imponente. Pero no despejó las suspicacias. Palermo, de 24 años, ofrece tanta contundencia en el área como dudas su tosquedad. De momento sólo hay una certeza: es el producto más vistoso que ofrece el fútbol argentino al mercado europeo.Llegó al Boca en julio de 1997 proveniente del Estudiantes de la Plata. El pelo teñido de amarillo, un aro en el lóbulo izquierdo y 1,87 de altura. Urso de formas, cabeceador y macizo, inspiraba comentarios cáusticos en los hinchas contrarios ("es de madera", sentenciaban) en una cultura futbolística hostil hacia quienes carecen de un depurado manejo del balón.
Hijo de un mecánico naval de origen siciliano, Palermo siempre tuvo un carácter difícil. Por sus excentricidades lo llamaron El Loco. Espontáneo y autosuficiente, un verano, hace tres años, se fue a Brasil y regresó con una chica de San Pablo, compró una casa y tuvo dos hijos. "Es muy especial", comenta su padre, "pero tantos partidos lo han serenado". Desde pequeño marginó los estudios y se dedicó a los deportes. Por su altura prefirió el baloncesto y el voleibol. Y de paso, en el fútbol no se le dio mal el juego aéreo, pero con las manos: siempre de portero. A los 10 años comenzó a entrenarse en los infantiles del Estudiantes. A los 14 se movió a la delantera: comenzó a jugar con los pies, dejó la portería, el balonceto, el voleibol, los estudios. Se obsesionó: "Me propuse una cosa, o me dedico al fútbol o me dedico al fútbol", ha declarado a EL PAÍS.
Palermo no se amilana. Tampoco es un virtuoso. Pero le basta con aparecer para empujar el balón a la red. Con esas condiciones lo fichó Bilardo en 1997, cuando entrenaba al Boca. Y entre el torneo clausura y el apertura de la Liga de ese año marcó 19 goles en 34 partidos. En 1998 explotó: anotó 12 goles en 15 partidos en el clausura. Y en el apertura rompió el récord de goleadores en torneos cortos (de medio año): 18 goles en 19 partidos.
Palermo es el delantero centro tradicional, que avasalla en el área para interceptar los centros de un extremo rápido y talentoso -en Boca, Guillermo Barros Schelotto- o para recibir los pases al pie de un media punta con visión de juego (Riquelme, la estrella de La Bombonera).
Las andanzas del delantero han disparado rumores de ofertas astronómicas desde Europa. El presidente del Lazio, Sergio Cragnotti, ofreció cerca de 2.000 millones de pesetas al Boca por el jugador. Y hasta un exigente César Luis Menotti le reconoce virtudes: "Palermo ha mejorado", declaró a este periódico. "Tiene más movilidad que antes, es muy difícil desplazarlo de la posición; y en el área, si le llega un balón por alto te mata".
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