Posibilismo bursátil
La falta de expectativas en renta variable, a estas alturas del curso, no se ha traducido en una salida clara de papel, lo que se ha querido ver como la prueba de que los inversores dan por buena la interpretación de que lo peor de la crisis financiera ya ha pasado y que están actuando en consecuencia.
Los responsables de las instituciones envían constantes mensajes de tranquilidad a los mercados, tratando de evitar el triunfalismo, pero cargando las tintas sobre el hecho de que se han adoptado las medidas necesarias para que las cosas no lleguen a mayores.
Ayer resultaba complicado encontrar cierto consenso entre las numerosas explicaciones sobre el desarrollo y significado de la sesión, en la que el índice general de Madrid superaba el nivel de los 850 puntos. La primera impresión, seguramente la más válida, basada en la ausencia de presiones vendedoras como consecuencia de la ausencia de nervios entre los inversores, era la menos favorable para el mercado, ya que su base partía de una actitud tan poco positiva como es la de no vender porque no hay motivos serios.
El segundo razonamiento, el más apoyado por los analistas, encontraba sus mejores apoyos en la evolución de la inflación en Europa, en donde destacaba Francia con una tasa interanual del 0,4% que, para algunos observadores más críticos, supone la entrada de hecho en una fase de deflación, esto es, de evolución negativa de los precios.
Hace más de un año que el asunto de la posible deflación se planteó como cuestión a analizar en profundidad por los mercados, pero desde entonces sus apariciones han sido esporádicas y, desde luego, nadie les ha concedido importancia alguna.
La contratación del mercado continuo fue ayer de 190.342 millones de pesetas, una cifra alta que es un fiel reflejo de la escasez de objetivos que se le plantea al dinero, también la causa última de la negativa de muchos inversores a deshacer sus posiciones y recoger las plusvalías acumuladas, que ya se acercan al 35% para el conjunto del ejercicio.
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