Lecciones de una crisis
Durante los últimos meses se han producido importantes turbulencias en los mercados financieros y, en particular, los mercados de divisas y las Bolsas experimentaron caídas significativas. Tampoco los mercados de renta fija han estado exentos de turbulencias, aunque mucho más matizadas, especialmente, los mercados de deuda pública.Desde hace diez años (1987) no se producían movimientos de esta intensidad, por lo que convendría hacer un análisis de esta crisis, tanto a nivel global como respecto a la incidencia que ha tenido entre los pequeños inversores y partícipes de fondos de inversión, que se han incrementado extraordinariamente, tanto a nivel internacional como interno, durante esta década.
Conviene, en primer lugar, señalar que la llamada crisis financiera no es sino una parte de la crisis global, económica e incluso política que se ha producido en muchos países pertenecientes a distintas áreas geográficas.
La crisis de los países asiáticos y, en particular, la de Japón, no es solamente financiera, sino económica, y se inició prácticamente en 1992, y la crisis de Rusia es política, económica y financiera, y viene arrastrándose desde antes de la caída del muro. Por su parte, los países latinoamericanos están afectados por una crisis económica, derivada de la caída de las ventas y de los precios de las materias primas y de los productos energéticos, por traslación básicamente de la crisis asiática, que se pudo agravar con una crisis financiera si, al igual que en los demás países y áreas geográficas mencionadas, no se hubieran tomado a tiempo las medidas oportunas. Por el contrario, la crisis afecta en mucha menor medida a Estados Unidos y Europa.
La fase álgida de la crisis se ha vivido durante los últimos tres meses, entre mediados de julio y mediados de octubre, si bien el trasfondo viene de hace más de un año, cuando se inició la crisis de los países del sureste asiático, e incluso a principios de la década, cuando, a partir de 1992, se produjo la brusca caída de más del 50%, tanto en la Bolsa de Tokio como en el mercado inmobiliario japonés. Más recientemente, las medidas adoptadas para evitar una recesión mundial han hecho que las Bolsas hayan entrado en un periodo de mayor sosiego y tranquilidad.
La globalización de las economías y de los mercados, junto con la utilización masiva de nuevos instrumentos como los productos derivados, han podido dar a esta crisis unas características distintas a las anteriores, pero de ella, así como de las que la han precedido, podemos extraer las siguientes lecciones:
La primera de ellas es que cualquier situación de crisis es controlable e incluso que su superación puede suponer ventajas para el futuro, siempre que los errores cometidos en el pasado sean subsanados.
La segunda lección es que las crisis no se generan de la noche a la mañana, sino que existen en estado latente durante meses o años, sin que los agentes económicos y sociales adquieran una suficiente percepción de las mismas hasta un momento determinado. Esta toma de conciencia es el primer paso para su control.
La tercera lección es que la constatación tardía de las crisis económicas por los mercados financieros puede radicalizar la reacción de los mismos y, en lugar de originar una corrección sana, puede provocar ajustes desproporcionados, rayando en actitudes de pánico.
La cuarta lección es que estas posibles actuaciones radicales muchas veces son originadas y potenciadas por agentes externos a los mercados, que pueden ejercer una actuación destructiva respecto a los mismos y, muy especialmente, respecto a los pequeños y medianos inversores.
Los verdaderos responsables de las crisis terminan por ser muy pocos, y entre ellos podríamos incluir a algunos líderes de los grandes países, a ciertos políticos y financieros, a determinados organismos internacionales, a algunos gobernadores de bancos centrales, a las empresas de calificación o rating y a los medios de comunicación que, de una manera probablemente involuntaria, contribuyen a acentuar la visión negativa de los inversores.
Por el contrario, en esta crisis, quienes han demostrado claramente su sensatez, equilibrio y serenidad han sido los pequeños inversores, y especialmente los partícipes de fondos de inversión, que, en número próximo a 300 millones en el mundo y ocho millones en España, han reaccionado ejemplarmente ante una situación, en buena parte artificial, generada en otras instancias.
Concretamente, en el último trimestre y siguiendo el informe presentado por más de treinta países en la XII Conferencia Internacional de Fondos de Inversión, celebrada en Madrid durante los días 21 a 23 de octubre, los activos de los fondos de inversión han seguido creciendo (alcanzando los 1.200 billones de pesetas), lo mismo que el número de partícipes, y las suscripciones han superado ampliamente a los reembolsos. En concreto en España, los activos de los fondos de inversión a finales de octubre eran del orden de 32,5 billones de pesetas, cifra similar a la de julio, y las suscripciones han superado a los reembolsos en este trimestre en más de 500.000 millones de pesetas.
Y otro tanto podría decirse de los fondos de pensiones, cuyos activos sobrepasan ya los 1.500 billones de pesetas, a nivel mundial, de ellos cuatro billones en patrimonio y tres millones de partícipes en España.
Ésta es la gran lección de esta crisis, que sólo la actuación de millones de pequeños inversores, mucho más equilibrada y sensata que la de sus líderes, ha permitido controlar esta situación, en la que se han cometido verdaderos despropósitos por parte de los principales responsables del buen funcionamiento de los mercados.
Véase, si no, la actuación, por llamarla de alguna manera, de los ausentes líderes políticos mundiales:
- El presidente de Estados Unidos, Clinton, afectado por un posible riesgo de impeachment (destitución), que generó preocupación en los mercados por un posible vacío de poder.
- El presidente de la República Rusa, Borís Yeltsin, enfermo y sometido a toda clase de presiones por los miembros de la Duma, lo que obligó a crear un Gobierno provisional que, en buena medida, vuelve los ojos a una economía dirigista que sofoca los recientes intentos o deseos de liberación.
- El canciller alemán, Kohl, último de los líderes históricos europeos, que perdió recientemente las elecciones, que le habían mantenido ocupado durante los últimos meses.
Ninguno de ellos ha tenido un papel brillante en esta crisis, y quizá una lección a sacar podría ser que es posible que el mundo deba acostumbrarse a vivir sin líderes.
Mucho más censurable ha sido la actuación de otros líderes, especialmente en los países asiáticos, que han creado un complejo entramado de intereses políticos, económicos y financieros, lo que, junto a la corrupción generalizada y a la insuficiente supervisión de las entidades financieras, ha sido en buena medida el origen de esta crisis.
¿Qué decir, en general, de los políticos de ciertos países? El Congreso americano se enzarza en largas discusiones para acordar un modesto crédito de 18.000 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional, mientras que los parlamentarios japoneses discuten, durante largas sesiones que duran semanas, la forma de afrontar la crisis bancaria de su país. A su vez, la Duma, en plena crisis económica y financiera de Rusia, inicia una batalla política de largo alcance.
¿Y el Fondo Monetario Internacional? Con gran respeto a la institución, hay que reconocer que requiere profundas transformaciones, y al margen de que sus recientes intervenciones pueden haber contribuido a radicalizar la crisis económica de algunos países, no debió presentar hace pocos meses unas previsiones muy optimistas sobre el crecimiento de la economía mundial para, recientemente, ofrecer una visión casi catastrófica sobre la misma.
Pero es que, coincidiendo con la reunión del Fondo Monetario Internacional en Washington, se produjeron declaraciones en público y en privado del presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Alan Greenspan, que contribuyeron a generar confusión y a deprimir todavía más, si cabía, a quienes participaron en dicha reunión y a los mercados. Quizá pudiera extraerse una nueva lección, y es que los gobernadores de los bancos centrales deben hablar menos y actuar más, cosa que hicieron, por cierto, y con acierto, posteriormente.
Las empresas de calificación o de rating tampoco contribuyeron a generar serenidad en los mercados, ya que en lugar de modificar las calificaciones anteriormente, si es que procedía, lo hicieron, probablemente para salvar su imagen, precisamente y con infrecuente unanimidad en pleno periodo de crisis de los mercados, contribuyendo ampliamente al agravamiento de la misma.
Por otra parte, los medios de comunicación, que no habían considerado noticia las alzas anteriores de los mercados, a las que ya estaban acostumbrados, sí dedicaron sus primeras páginas y comentarios en sus informativos a las caídas de las Bolsas, con expresiones a veces tan radicales como poco acertadas, y en ocasiones han alimentado visiones apocalípticas originadas por gurus, analistas fundamentales y, sobre todo, técnicos (chartistas) que, afortunadamente, no acertaron en sus pronósticos.
Tampoco los principales bancos mundiales y sus ejecutivos han sido un modelo de equilibrio, ya que, además de embarcarse en muchos casos en operaciones especulativas, en las que eran al tiempo inversores y acreedores, han cerrado posteriormente casi totalmente las fuentes de financiación a las empresas vía crédito, cuando ya estaba casi cegada la procedente de los mercados de capitales.
Ni siquiera los premios Nobel de Economía han estado a la altura de las circunstancias. Dos de ellos han jugado un papel destacado en el mayor hedge fund americano, salvado por la intervención de la Reserva Federal, y otros dos se han dedicado a defender puntos de vista radicalmente opuestos sobre la profundidad de la crisis, mientras que el quinto ha despreciado olímpicamente a los mercados de valores, considerándolos intelectualmente poco sugestivos.
Capítulo especial merecen estos instrumentos especulativos que son ciertas categorías de hedge funds, uno de los cuales, mencionado anteriormente, el Long Term Capital Management, tuvo que ser reflotado por sus propios accionistas, mientras que otro, el Tiger Management, hizo caer en un solo día un 10% el dólar respecto al yen.
Aunque en este tipo superespecializado de instituciones sólo pueden invertir los inversores institucionales o los grandes inversores, pueden hacer mucho daño a los pequeños inversores por su incidencia en los mercados, por lo que sería conveniente una regulación de los mismos, como ocurre con los fondos de inversión mobiliaria o fondos mutuos, sujetos a unas estrictas normas de diversificación de riesgos, limitación en el uso de productos derivados, apalancamiento, e información y transparencia respecto a los partícipes e inversores.
Dentro de este contexto, probablemente Europa ha actuado con mayor equilibrio en pleno periodo de construcción del euro, y sus perspectivas, muy especialmente las de países como España, son claramente positivas. También aquí la reacción de los políticos, los financieros y los grupos sociales ha sido más equilibrada que en otras áreas geográficas, pero una vez más han sido los pequeños inversores y los partícipes de los fondos de inversión quienes han dado el mejor ejemplo de cordura y serenidad.
Y ello es fundamental porque, afortunadamente, la economía no es una ciencia exacta, sino social, aunque se apoye a veces en fundamentos matemáticos o estadísticos, y por ello se mueve fundamentalmente en virtud de las expectativas de los agentes económicos y sociales, en las que el comportamiento psicológico es fundamental. Por ello, sin cerrar los ojos a la realidad, puede exigirse un comportamiento más equilibrado a quienes pudieron convertir una corrección técnica de los mercados y una desaceleración del crecimiento de las economías en una depresión, en la que, como siempre, los más débiles son los que salen peor parados.
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