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Tribuna
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Monogamia

Con la monogamia viene a pasar como con la democracia, es el peor de los sistemas posibles, pero no se conoce aún otro mejor.Adam Phillips acaba de publicar en Anagrama un libro de aforismos, titulado Monogamia, movido ciertamente por las vacilaciones, los conflictos, las culpas y los desgarros a que lleva esta institución férrea, reductora, repetitiva, inolvidable, torturante, acogedora, fatal.

Sintéticamente, en opinión del autor, la mayoría no se hubiera dedicado a la monogamia si no hubiera oído hablar de ella. Pero en verdad se hace imposible vivir en esta sociedad y dentro de su historia sin verse acorralado por su atosigante vigor. Y no resultaría lo peor aceptar el yugo monógamo con lo que de manso y mortal comporta, sino creerse encima un asesino por ser infiel. Deberá asumirse -según Phillips- que la fidelidad en sí no hay por qué concederla a una persona concreta. O, mejor, que la primera persona a conceder fidelidad empieza por uno mismo.

El libro es cortito como un breviario, tanto por la prudente conveniencia de no insistir en lo obvio como porque, a la fuerza, cualquiera acaba haciéndose un lío refiriéndose a este conflicto que, inevitablemente, se piensa irrumpiendo un segundo y un tercero en la conversación, el dolor y el vacilante proyecto del corazón.

Sin duda, dice Phillips, siempre habrá algún otro que nos querría más, que nos comprendería mejor o que nos haría sentir más vivos sexualmente, y una o varias de estas punzantes consideraciones serían bastantes para legitimarnos en la infidelidad. Pero también, no cabe duda alguna, si se desea mantener encendida la fantasía de que siempre hay por ahí alguien capaz de hacernos sentir superiores, ¿qué institución más eficaz que la monogamia para hacer soñar?

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