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Entrevista:DAVID HILLIARD FOTÓGRAFO ESTADOUNIDENSE QUE RETRATA BILBAO

"En Estados Unidos no existe el foso estético y cultural que aquí separa a padres de hijos"

"Ese chico que me acaba de mirar con atención, ¿lo hacía porque le parezco atractivo o porque llevo la bragueta abierta?". Este ejemplo de situaciones ambiguas de solución improbable, aplicadas a la fotografía, constituyen uno de los elementos que enriquecen la obra del artista norteamericano David Hilliard, empeñado en crear un espacio estanco en sus imágenes ajustable a la imaginación del espectador. Hilliard, uno de los siete fotógrafos escogidos por la sala Rekalde para retratar la multiplicidad del Bilbao de fin de siglo, es una figura anacrónica en el arte de la fotografía. Lleva un negativo en el hueco reservado a los globos oculares; absorbe con su mirada las posibilidades fotográficas de Bilbao, una ciudad para él desconocida que cree haber comprendido en tres días de trabajo frenético. "Lo que nunca podré captar con mi cámara en Boston o en cualquier parte de Estados Unidos es el contraste enorme entre los jóvenes y sus padres. Aquí la juventud es como la norteamericana, hace lo mismo y se viste igual, pero allí no existe el foso estético y cultural que aquí separa a padres de hijos", explica. Hilliard se convirtió en fotógrafo profesional animado por una cámara... de cine. Cada vez que al rodar un plano descubría un objeto o una expresión de su gusto se detenía, cámara al hombro, grabando ensimismado. El profesor de turno solía sacarle del trance espetándole un divertido "eso que tú haces es fotografía, muévete". Se movió y se acercó hasta la prestigiosa universidad de Yale (Connecticut, EEUU). Realizó un máster de fotografía y encontró su estilo, la comunicación a través del objetivo de una aparatosa y vieja cámara de los años 40 comprada en un mercadillo de segunda mano. Ajeno a la tecnología, a la inminente revolución digital, Hilliard capta mejor la realidad del revés, enfundado en la aparatosa sábana negra que cubre su cabeza y el visor de su cámara Crown: una estampa rescatada del olvido. "No soy como Cartier Bresson, no me escondo detrás de un árbol esperando la foto. Cuando trabajo, el montaje es espectacular, la gente sabe que la estoy retratando. En este trabajo realizado en Bilbao se va a sentir mucho mi presencia, aunque el guión me lo proporcionara la sala Rekalde [siete fotos, partiendo de la imagen panorámica de la ciudad y deteniéndose finalmente en el bodegón tras pasar por el costumbrismo, la arquitectura, o la psicología] porque yo he elegido los actores y las localizaciones. El resultado es la realidad, pero construida por mí". Para expresar su visión de Bilbao -"una ciudad que conoce en estos momentos una auténtica convulsión"- el fotógrafo, guiado por los consejos de un amigo bilbaíno, se ha fijado en la parte vieja de la ciudad y ha escogido una ficticia pareja homosexual como ejemplo de vida familiar. Los resultados de su percepción personal no se harán públicos hasta la primavera del año 2000, coincidiendo con el séptimo centenario de la capital vizcaína, a menos que la iniciativa Bilbao 700 decida finalmente exponer previamente los trabajos de los siete fotógrafos escogidos. Autobiografía y ficción En la narrativa del fotógrafo, que en España ha expuesto en la feria ARCO así como en galerías de Madrid, Barcelona o Salamanca, destaca el equilibrio entre lo autobiográfico y la ficción. Hilliard crea coreografías para sus instantáneas y las enriquece tanto con su técnica -collages de varias fotos extraídas del mismo contexto- como con su voluntad de convertir el trabajo final en una historia de final abierto. Mientras el público se proyecte sobre la imagen, lo expuesto se enganche con la memoria, su obra quedará abierta, inconclusa. "Me gusta imaginar que mis fotos hablan en muchos y diferentes niveles. Me encanta imaginar a una mujer de la limpieza que, haciendo su trabajo en una galería, piensa en algo concreto a partir de algún elemento de mis fotos, o al académico culto que ve símbolos y metáforas en la misma imagen". Hilliard encuentra en la lectura (autores estadounidenses de ficción, principalmente) y en el cine (adora las historias de los hermanos Coen) su principal fuente de inspiración. También en sus recuerdos y en la figura paterna.

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