Noche y día
La movida, esa manera de llamar a algo tan cansado como pasar la noche en la calle, haga o no haga falta, la inventaron unos cuantos en Madrid para hacer creer al resto de España que toda Europa hablaba, allá por los ahora denostados años ochenta, de una ciudad en celebración de felicidad y creatividad permanente. Las dos cosas eran algo más que matizables, como el tiempo se encargó de demostrar. No había motivo para tanta felicidad, entre otras cosas porque en cualquier ciudad, felicidad e infelicidad conviven y se contaminan de tal manera que no es posible ni siquiera distinguirlas a veces; y tampoco era tal ni tan celebrable la incierta realidad artística y cultural de aquel Madrid que se incorporaba a Europa, por fin, cuando en Europa la decadencia del final del milenio se veía venir y nadie andaba sobrado de capacidad de sorprender. Madrid tampoco. Pasado el tiempo, de todo aquel espejismo quedó la costumbre de los jóvenes de no dormir y pasar frío en la calle. Nada más. Andamos estos días lamentando la muerte en Sevilla de un buen chico, por cierto con una familia excepcional que habla de perdón y es lo más relevante y lo más esperanzador de todo lo que ha generado el triste y dolorosísimo suceso, que hizo protagonista a la muerte en una tonta noche de jardines y alcohol. Andan muchos, otra vez, buscando razones para sus propuestas de encerrar a los chicos en casa y dormir por fin tranquilos, y otros muchos haciéndose las mil preguntas que el triste suceso vuelve a provocar, y todos, incluidos los jóvenes, dando vueltas sin romper el círculo vicioso que lleva las culpas de unos a otros, sin salida y sin solución. El presidente de la Junta de Andalucía ha entendido que también ahí, en las noches de calle y alcohol, hay responsabilidades políticas y ha propuesto lo que ha llamado un "pacto por la noche". Si hay respuesta a esa iniciativa, sería la oportunidad para enfrentarnos al gran debate por hacer, sobre las razones por las que miles de jóvenes, cuando desaparece la obligación de ir a clase, o al trabajo, o a buscarlo, es decir, cuando más tiempo tienen para poder desarrollar sus aficiones, en el fin de semana, renuncian al día y se beben la noche.
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