_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Lastre

E. CERDÁN TATO José María Aznar ha soltado las amarras y ya navega hacia esa tierra incógnita que sus geógrafos tratan de localizar. José María Aznar es ya un personaje de leyenda. Si Tomás Moro descubrió su Utopía; si Ulises desafió tempestades y asechanzas para regresar a Ítaca; si Arthur C. Clarke se organizó una odisea por el espacio, para dentro de un par y pico de años; el presidente del Gobierno se ha empecinado en trasladar toda su chatarra conservadora a un supuesto centro paradisiaco: allí abundan la miel y las flores de loto, y los votantes queman la memoria, a la sombra de los laureles. Pero una aventura así reclama sacrificios humanos: los dioses que la propician son insaciables. Para hacer boca, José María Aznar ya les ha servido las suculentas tajadas de Álvarez Cascos, y ha metido en la fresquera la tierna pechuga de Ruiz Gallardón. Mientras, ha escrutado la guarida de sus huestes y ha seleccionado a unos pocos. Tenemos mucho lastre y hay que lanzarlo por la borda o nos vamos a pique, les ha dicho. Los elegidos se lo están pensando con la mayor cautela. Zaplana, que ha ascendido de capataz a barón por su demostrado arrojo, en el arte de la sonrisa, ya está elaborando una relación de nulidades y descaros, de despropósitos y cacicadas. Dicen que cada vez que la repasa, murmura: Dios mío, qué solos nos quedamos los vivos. Pero Zaplana se ha hecho, día a día, un buen político al uso: nada de escrúpulos ni de componendas que puedan arrasarlo al descrédito y tabicarle las puertas de la Corte; y no está dispuesto a que ningún bandurrio le eche a perder el futuro. Él, que, en un principio, se exhibió de derecha civilizada por la vida, y luego se supo en manos de una secta de hechiceros, se ve ahora liberado por Aznar que le ofrece nada menos que un lugar en el centro, y lo alista en el pelotón de los zapadores que han de diseñar y realizar la nueva frontera. De aquí al 31 de enero, muchos cargos públicos y orgánicos van a pedir la vez al psiquiatra para contarle sus pesadillas y a prenderle fuego en la chimenea a ciertas cuentas embarazosas; y otros ya no acudirán a la sauna, porque se licuan en el sillón. Después de esa fecha, Aznar soltará todo el trapo. Quizá nunca alcance tan confuso destino, pero se habrá librado de toneladas de escombros.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_