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FÚTBOL: PRIMERA DIVISIÓN

La soberbia arrebata dos puntos al Madrid

El Alavés estuvo más pendiente de evitar la goleada que de ganar al hasta ayer líder

Luis Gómez

La soberbia madridista tuvo un precio en Mendizorroza: dos puntos. El Madrid quiso hacer buena la teoría del mínimo esfuerzo y se olvidó de la victoria. Sí, se le olvidó. Esperó que la inspiración de las últimas semanas sirviera para resolver el trámite ante un rival débil y, lo que fue más evidente, temeroso. Esperó tanto que cabe calificar su partido de contemplativo. Esperó tanto que perdió todo sentido colectivo y tuvo que dar por bueno el empate. El Alavés hizo su parte, pero se pasó media hora esperando una ejecución que nunca llegó. El Alavés llegó a estar entregado y el Madrid no quiso verlo. Quiso ganar sin mancharse.Está fuera de discusión a estas alturas de campeonato que el Madrid tiene demasiados jugadores con instinto de gol. Es su patrimonio. Venga de donde venga la pelota, es cierto que hasta los defensas son en ocasiones más efectivos que los delanteros. Ese bagaje aporta una seguridad tentadora hasta el punto de que tienen tendencia a perder todo sentido colectivo. Cualquiera puede hacer un gol, incluso sin venir a cuento. Comoquiera que los resultados les dan la razón en las últimas semanas, ciertos jugadores actuaron en consecuencia: buscaron el gol, pero se olvidaron del juego. Ni siquiera consideraron al Alavés, salvo cuando el tiempo se les echó encima y se encontraron escasos de fuerzas para un asalto en toda regla.

ALAVÉS 1 REAL MADRID 1

Alavés: Kike; Berruet, Karmona, Josete; Gañán (Rocha, m.58), Albístegui (Morales, m.56), Pablo, Begoña; Sivori (Gerard, m.52), Canabal y Magno.Real Madrid: Illgner; Panucci, Hierro (Fernando Sanz, m.27), Sanchis, Roberto Carlos; Seedorf, Redondo, Raúl, Jarni; Mijatovic y Savio (Suker, m. 73). Goles: 1-0. M. 34. Pase por alto a Canabal, quien se anticipa a Sanz, se adentra en el área y lanza un fuerte derechazo. 1-1. M.51. Jugada que inicia Seedorf por la derecha, conecta con Mijatovic,éste con Jarni, y el balón acaba en la izquierda, donde Roberto Carlos penetra hasta casi el área pequeña y lanza un disparo cruzado. Árbitro: Mejuto González. Amonestó a Josete (m.25), Redondo (m.40), Mijatovic (m.40), Gañán (m.42). Unos 17.000 espectadores en el estadio Mendizorroza. Hierro sufre una contractura en el recto anterior de la pierna derecha y es dudoso para el partido con el Inter del 24 de noviembre.

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El Alavés actuó con exceso de previsión. Mané cambió la alineación habitual temeroso de que el Madrid hiciera otra escala goleadora en Vitoria. Dividió al equipo en dos partes: siete para defender y tres para entretener a la defensa contraria. Hasta en ese punto, el Madrid tenía el guión de su parte: el Alavés ni quería la iniciativa ni deseaba hacer demasiadas cosas con la pelota. Todo lo más, estaba mentalizado para sufrir.

Ante semejante oferta, el Madrid optó por no hacer nada. Pareció estar seguro de que los goles llegarían de alguna manera, visto además que el Alavés era puro voluntarismo. La famosa banda izquierda había dado algún aviso de peligro y eso debía bastar. ¿La banda derecha? Poca cosa: Seedorf estaba en permanente debate con Redondo y ligeramente ausente del juego. En ésas, el Alavés iba encontrando alguna justificación a su estrategia y se probaba en algunos remates. Al cuarto de hora, Roberto Carlos tuvo que evitar un gol.

El esfuerzo del Alavés resultaba meritorio, pero insuficiente si se hace un juicio justo. Jugó con miedo, estuvo más pendiente de evitar la goleada que de plantarle cara al líder.

El Madrid respondió con frialdad al gol de Canabal. No se enfadó por el tanto. Siguió a lo suyo y recibió algún susto antes del descanso. A los seis minutos de la reanudación, Roberto Carlos hacía el empate en una jugada que nació en Seedorf. Los hechos parecían dar la razón a los jugadores, máxime cuando nueve minutos después Jarni estaba a punto de marcar y ,al minuto siguiente, Roberto Carlos estallaba un remate en el larguero. Ése era el Madrid del instinto goleador, el que todos estaban esperando desde las cinco de la tarde.

A decir verdad, en ese cuarto de hora de la reanudación el partido parecía resuelto. Mané había hecho todos sus cambios para añadir carne fresca a la defensiva y el Madrid contestaba con tres golpes secos. Así que todo el mundo se quedó convencido de que el gol que faltaba para rematar el resultado no tardaría en llegar. Pero el gol no llegó. No llegó porque no hubo juego colectivo. No llegó porque sobrevino el cansancio. No llegó porque el modesto Alavés hizo el sobreesfuerzo necesario, animado ante una sentencia que tardaba en ejecutarse. La inspiración goleadora no le bastó esta vez al Madrid. Le sobró soberbia y le faltó juego. Y pagó la factura: dos puntos en Mendizorroza.

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