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MEDIO AMBIENTE EN NUEVE AÑOS SÓLO SE HA RESTAURADO LA DÉCIMA PARTE

Las repoblaciones en bosques incendiados de titularidad privada son prácticamente nulas

La gran asignatura pendiente en la restauración de la cubierta vegetal arrasada por los incendios se encuentra en los bosques privados. Según los técnicos de la Consejería de Medio Ambiente, mientras la relación entre la superficie de bosque realmente calcinado por el fuego (sin regeneración natural) y la de monte restaurado por repoblaciones está prácticamente equilibrada en los montes públicos (el 34% del total), "las actuaciones sobre suelos particulares incendiados son meramente testimoniales". El problema: las líneas de ayuda a los propietarios para recuperar sus montes, que alcanzan hasta el 100% del coste, implican que los dueños adelanten el dinero y que hasta tengan que financiar la actuación.

En los últimos nueve años, los 5.374 incendios que ha sufrido la Comunidad Valenciana han arrasado más de la décima parte del territorio: 267.770,4 hectáreas. ¿Cuánta superficie corresponde a bosques privados? No hay cálculos. Sin embargo, el 66% de los terrenos forestales están en manos privadas. Lógico es pensar que una proporción similar de superficie arrasada (180.000) no es pública y por tanto permanece sin que nadie eche una mano a su recuperación. Y en Medio Ambiente lo reconocen, las labores de reforestación son prácticamente nulas. Plantar árboles es caro, las subvenciones tardan en pagarse y nadie garantiza el éxito de la inversión. Una época de sequía, un suelo inadecuado o, peor todavía, otro incendio y la actuación se malogra. De esta forma, en las líneas de subvención abiertas por la consejería es más frecuente que los particulares soliciten ayudas para tratamientos selvícolas y otras mejoras de sus bosques que para paliar los efectos de un incendio. "Sobre todo, si nadie les garantiza que unos años más tarde no va a venir otro incendio, quizá iniciado varios términos municipales más allá, que les vuelva a calcinar sus árboles", apunta un experto. En concreto, la línea de la dirección general de Desarrollo Sostenible para el "fomento de acciones y desarrollo de bosques en zonas rurales" ha contado a lo largo de este año con 229,7 millones pesetas, de los que 130 provienen de los fondos europeos y 28 del Ministerio del Medio Ambiente. El resto (71.7) lo aporta la Consejería de Medio Ambiente. ¿Y qué pasa entretanto con las actuaciones del Consell con dinero público? La estrategia es repoblar poco y muy selectivamente. Más vale calidad que cantidad. Así, mientras en nueve años ardió más de un cuarto de millón de hectáreas, en ese mismo periodo tan sólo se han repoblado 25.000, menos del 10% de lo quemado. Los técnicos alertan de que estas cifras no son comparables. "No es lo mismo superficie forestal pasada por un incendio que la superficie quemada que necesita ser repoblada". Con esta frase explica Rafael Currás, jefe de servicio de recursos forestales de la Consejería de Medio Ambiente, que el equilibrio de las masas forestales de la Comunidad Valenciana no depende de repoblar tantas hectáreas de bosque como hectáreas hayan arrasado los incendios. "La repoblación pretende establecer cubierta arbórea", según su definición, pero la cubierta también se restablece sola. En sus cuentas, siguen el siguiente proceso para limitar las actuaciones: al número de hectáreas quemadas le restan la superficie que ya estaba desarbolada (los fuegos pasan por bosques pero también por monte bajo). Luego deducen los montes que se pueden regenerar solos. Y de los que están desahuciados por las llamas tachan los que son de propiedad privada. Porque el Consell tiene en cuenta si el bosque afectado por el fuego, aunque beneficie a todos, pertenece a sólo unos pocos. Es decir, la consejería sólo restaura la superficie forestal arbolada que no se autogenera y que es de titularidad pública. Con todos estos datos, en Medio Ambiente aseguran que el balance quemado-repoblado, que en principio parece tan pobre (diez a uno), está prácticamente equilibrado. Calculan que el 80% del bosque adulto incendiado se regenera solo y que en los últimos años, que apenas recuerdan a los trágicos incendios de principios de la década, se está recuperando. Con una reforestación anual de 13.000 hectáreas (6.000 en zona privada) se aseguraría el mantenimiento de la cubierta vegetal. En los últimos dos años, la repoblación ha sido mucho menor.

Dos estrategias para después del fuego

Hay dos tipos de vegetación según la estrategia adoptada ante el fuego: la que rebrota después de un incendio y la que se defiende de las llamas por la propagación de las semillas. En ninguno de los casos urge una repoblación. Así, las frondosas y otras plantas arbustivas son, según un técnico de Medio Ambiente, "especies vegetales que cuando se les elimina la parte aérea, bien por incendios, corte o ramoneo del ganado, tienen elementos exteriores (como las yemas aéreas) o partes subterráneas (las raíces) que les permiten rebrotar". Una de las especies más adaptadas sería el alcornoque, que está protegido por una camisa de corcho que aísla del fuego. Si no está descorchado, rebrota a los pocos años. Sin embargo, si el incendio ocurre el año del descorche (normalmente cada 12) el fuego pilla al árbol desprotegido y se achicharra irremediablemente. Por contra, las encinas, con menos recursos para después del fuego, rebrotan por la cepa. "De un tocón de chaparra pueden nacer hasta 100 rebrotes". Debido a estos comportamientos, a juicio de los técnicos de Medio Ambiente, según haya sido la intensidad del fuego, las repoblaciones pueden ser paisajísticamente contraproducentes. A veces, es mejor esperar varios años para que la regeneración sea natural. "Una planta que rebrota sola está más adaptada que un plantón", aseguran. Tapizado de semillas La otra estrategia vegetal, la de las plantas denominadas pirofitas pasivas, emplea semillas para defenderse. Las jaras, tomillos, romeros, coscojas, aliagas y otros matojos o matorrales semejantes, que tienen un ciclo de vida corto (en torno a los 10 años) "tapizan el suelo de nuevo al año siguiente de un fuego". Por eso, en muchos terrenos de monte bajo quemados, los técnicos tampoco son partidarios de repoblar. En cuanto a las coníferas (pinos), que suponen el 78% de los montes arbolados de la Comunidad Valenciana, tampoco rebrotan: muere el adulto y la especie se propaga por las piñas cerradas o serotinos, que sólo se abren tras un fuego. La estrategia falla cuando el otoño siguiente al incendio es muy seco, cuando el fuego llega en una mala época para la producción de semillas o si la especie está poco adaptada a los montes valencianos, como el pino laricio (7% de los árboles valenciano) o el pino negral (3%). La más adaptada es el pino carrasco (48%). Por estos motivos, los expertos, también prefieren esperar algunos años después del incendio para ver si los plantones salen solos antes de acometer una repoblación. "Los nacidos espontáneamente son los mejores", aseguran. Por supuesto, si la masa forestal es muy joven (inferior a 18 o 20 años) no hay semillas para una reforestación natural. Es decir, lo peor que puede pasar es que un incendio incida sobre una masa forestal quemada recientemente (en las dos década previas). Y si la catástrofe vuelve a repetirse, es difícil que renazca. La estrategia acometida por los técnicos es, salvo excepciones, esperar entre cuatro y seis años antes de empezar a repoblar y, siempre, "dejar primero que el matorral propio vaya creciendo para que la lucha contra la erosión sea más eficaz". Con estas premisas, las actuaciones son muy selectivas. Incluso hay lugares prácticamente desahuciados: suelen ser montes de ladera fuerte, rocosos, y con poco suelo fértil.

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