La cárcel del amor
La mitad de las presas en el centro salmantino de Topas mantienen relaciones íntimas con reclusos
"La luna roba la luz del sol, y tú, Evi, has robado mi corazón". Es una de las mil declaraciones amatorias que los reclusos han garabateado en el tablón de anuncios de la prisión salmantina de Topas. Entre sus muros han florecido 46 parejas entre reclusos y reclusas. La mitad de las 100 presas tiene compañero. El director, José Ignacio Bermúdez, es generoso en la concesión de comunicaciones íntimas entre presos. Cada pareja reclusa suma, al menos, tres al mes. Una por preso y una tercera cortesía de la casa, más una hora de charla semanal. En otros centros, los internos sólo gozan de un cara a cara con su pareja externa. La mayoría de las prisiones ha ido implantando desde comienzos de la década actividades mixtas y comunicaciones íntimas entre reclusos al mismo ritmo que crecía en ellas la presencia de mujeres (hoy, 4.093, frente a 41.126 hombres). Topas, según su director, psicólogo, no es una excepción, pero sí ejemplo de permisividad por creer que "el amor reconstruye la autoestima, la personalidad del recluso" . Incluso otorga un cara a cara a quien muestra precisarlo por estar deprimido.-¿Y se deprimen mucho?
-No. Se deprimen los otros -ironiza Bermúdez.
Presos y presas comparten actividades: lavandería, cocina y talleres. Son ocasiones de oro para decirse lo que gritan las pintadas: "Chati, estoy pidiendo SOS"; "interesadas, conectar Interpol; contraseña, llevar las bragas en la mano"; "tenemos el corazón que no nos cabe en los pantalones"; "soy chico terremoto y quiero a Esther"; "Cari, te camelo el miércoles, te voy a comer el morro"; "escríbeme más". El diseño que desde 1991 ha reproducido 20 prisiones clones de Topas favorece tal relación. Respiran aire de campus. Una fuente en el patio, césped, piscina, pistas de squash. Las parejas reclusas caminan de la mano al salir del taller. Un beso en la frontera entre módulos. Hasta mañana.
"Los presos con pareja cumplen mejor con los permisos. Quieren volver para estar con su pareja. Se vuelven más disciplinados. Se ayudan a desengancharse de la droga y se motivan para inscribirse en actividades", explica un responsable de tratamiento.
"Hacemos una lectura muy abierta de estas actividades. No ponemos trabas. Lo que no permitimos es que cada mes cambien de pareja reclusa. Fijamos seis meses desde que rompen hasta que obtienen un vis-à-vis con la nueva pareja", explica el director. "Sin tal cautela se originarían conflictos por celos. Queremos facilitar afecto, no sexo", ilustra la psicóloga.
Topas encierra pasiones. César y Esther atracaron un estanco con una pistola de fogueo. Ella quedó retenida por el estanquero. César volvió y logró que Esther huyera, pero él cayó en manos de la policía. Ella se entregó para entrar en prisión con él. Lo logró. Son felices en Topas. Tienen dos años de prisión, pero creen que la condena sería estar separados.
El amor indulta todo en prisión. Un preso ocultó a su compañera de cárcel que fue condenado por violador. Ella tuvo pavor al saberlo. Pero decidió que el delito sería no quererlo.
Y alguna reclusa sufre un severo aislamiento: ni sale al patio ni va al taller. Su novio, preso, no quiere que hable con otros reclusos. En Topas, el amor lima y pone barrotes.
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