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La cúpula de ETA forzó el pacto PNV-HB porque estaba segura de que tenía "topos"

El convencimiento de que existían topos en la organización fue uno de los factores decisivos que empujaron a ETA a acelerar las conversaciones que mantenían PNV y HB para conseguir una tregua similar a la alcanzada en Irlanda del Norte. La desarticulación de comandos importantes, acompañada de detenciones de dirigentes etarras de primera fila como Julián Atxurra, Pototo; Agirre Lete, y Karpov, la contundente reacción popular tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco y el cierre del diario Egin determinaron también que llegase la declaración de alto el fuego.

El replanteamiento de estrategia en Herri Batasuna y el MNLV lo había apuntado en otoño del año pasado Rufino Etxeberria, entonces máximo dirigente de HB, cuando anunció que se iba a hacer una política de "construcción nacional". Etxeberria ingresó en prisión en diciembre último, junto con el resto de la Mesa Nacional de HB, pero poco antes había designado como sucesor a Arnaldo Otegi, el líder de Euskal Herritarrok que ha materializado el giro copernicano. La convicción de que la organización estaba "podrida" por la infiltración de topos que habían permitido a la Guardia Civil obtener los éxitos policiales logrados durante 1997 fue expuesta por José Javier Arizkuren, Kantauri, jefe de los comandos ETA, en cartas que fueron interceptadas la primavera pasada. Fue entonces cuando se decidió acelerar las conversaciones ya en marcha entre las fuerzas políticas vascas, fundamentalmente el PNV y HB. El objetivo de éstas era conseguir un "acuerdo nacional" que permitiera la declaración de una tregua. Aunque el debate interno sobre el uso de la violencia en el seno del MLNV venía de lejos, ETA le dio el empujón final y llegó a ofrecer garantías al PNV de su sinceridad transmitiéndole directamente que tenía prisa para llegar a acuerdos firmes. El 12 de septiembre, los partidos nacionalistas firmaron el Acuerdo de Lizarra y cuatro días más tarde ETA anunció la tregua indefinida.

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