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Condenado por imprudencia un guardia civil que mató a un fugitivo

, El Estado deberá indemnizar con 10 millones de pesetas a la familia de un hombre que murió por el disparo de un guardia civil cuando huía tras una espectacular persecución en automóvil por la N-II (carretera de Barcelona). Así lo establece la Audiencia de Madrid en una sentencia en la que condena al guardia Rafael P.R., de 49 años, a un mes de multa (500 pesetas durante 30 días) por una falta de imprudencia leve con resultado de muerte.

La frenética persecución que acabó con la vida de Juan Carlos S.G. se produjo la madrugada del 11 de mayo de 1991. Esa noche, el guardia acusado patrullaba con un compañero por la N-II. A la altura del kilómetro 29, los agentes observaron, en un cruce, a un automovilista que se incorporaba a la autovía en dirección contraria, por lo que encendieron los dispositivos de alarma para que se detuviese. La víctima dio un volantazo y colocó el vehículo en la dirección correcta, hacia Barcelona, pero no se detuvo y pisó el acelerador. Luego, al verse perseguido, dio otro volantazo y se pasó a la otra calzada, ya con dirección a Madrid.

Los guardias dieron la vuelta en un cambio de sentido y alertaron a otros compañeros. Antes de entrar a Madrid, la furgoneta fue localizada por otros agentes, que se unieron a la persecución. La víctima, que viajaba con otra persona, zarandeó su vehículo para intentar echar de la carretera al otro coche patrulla. Los agentes de este segundo coche policial, más potente que la furgoneta, lograron adelantarle y le esperaron antes de entrar a Madrid, con el coche oficial cruzado en la carretera.

Disparos a las ruedas

Al ver el vehículo policial en medio de la carretera, la víctima dio otro volantazo y emprendió la huida en sentido contrario al que venía. Pero se encontró con el otro vehículo, el que le seguía por detrás desde el principio, también cruzado en la carretera. Estaba cercado. Y a uno de los guardias, el acusado, que se había apeado del coche oficial y gritaba: "Alto a la Guardia Civil". Lejos de detener la furgoneta, que era robada, la víctima se abalanzó sobre él y le arrolló: le dio un golpe en la cabeza.Ligeramente conmocionado, el guardia se levantó y desenfundó su pistola al observar, según indicó en el juicio, que la furgoneta retrodecía y que el copiloto de la víctima "agarraba un objeto alargado con sus dos manos". Creyó que era una escopeta y comenzó a disparar. En ese momento, la furgoneta huía de nuevo, dejando al guardia a sus espaldas. Todos los tiros impactaron en las ruedas traseras, salvo el último, que penetró por la puerta trasera de la furgoneta y le entró a la víctima por la espalda.

El tribunal ve correcta en general la actuación del guardia civil, si bien entiente que no se debe disparar a nadie cuando, como en este caso, huye. El último disparo fue innecesario, señalan los jueces, pues la furgoneta huía.

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