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Zaplana y la tercera edad

En las últimas semanas vemos que el cuentakilómetros del automóvil del presidente Zaplana echa humo, nadie podrá negarle su don de la ubicuidad para asistir a reuniones, encuentros, inauguraciones, etc. Y entre tanta actividad destaca la presencia en los hogares de las personas mayores para estrechar manos, recibir abrazos, enredarse en un medicamentado lapsus y algún que otro suspiro. La reiterada presencia del presidente se viene justificando con la ineludible necesidad de presentar el Plan Gerontológico de la Comunidad Valenciana, esto es, de poner a disposición de los interesados una información que por sus características es de su exclusiva competencia. Loable interés que, según se nos indica, pretende lograr la participación directa de las personas de edad avanzada. Alrededor de tanto interés, tendremos que coincidir en que: la participación social se mide por la implicación social de los ciudadanos y de sus organizaciones representativas en la capacidad de influencia sobre los elementos de planificación y priorización de las actuaciones sociales que les afectan y en las que están interesados. Para el presidente Zaplana participar es informar a posteriori de un plan abstracto, que pocos conocen y sobre el cual pivota el debate y la controversia política entre los diferentes grupos parlamentarios. Sin embargo y a mi entender, participar es dar voz a las organizaciones de la tercera edad para que conozcan el plan antes de su aprobación, para que emitan sus opiniones sobre las prioridades a desarrollar desde sus perspectivas, es abrir el debate y el dialogo con los sectores sociales implicados: sindicatos, organizaciones empresariales, ONG, universidades, etc, es ponerse de acuerdo en compartir una información (demográfica, sociológica, psicológica, etc) que permita compartir un diagnóstico de la situación y unos escenarios de posibilidades de actuación. Incluso más, en los temas de protección social, señor Zaplana, tendría que hacer usted un esfuerzo para tratar de lograr el más amplio consenso entre las fuerzas parlamentarias, ya que el bienestar social de los ciudadanos y el desarrollo de los derechos sociales de los ciudadanos no son prebendas que el Gobierno graciosamente concede. Para clarificar la cuestión sólo una pregunta, ¿dónde están los informes, estudios que avalan las prioridades de sus actuaciones en el plan gerontológico, cuándo se han producido las consultas a las entidades sociales para conocer su opinión, cuántos de los expertos que ustedes invitaron a la gran fiesta de ayer han participado en la elaboración del plan gerontológico? Contestar a este tipo de preguntas nos puede señalar el tipo de participación social que se viene potenciando desde la Generalitat Valenciana en la actualidad. Pero la actuación de los gobiernos del presidente Zaplana en esta materia ha tenido el triste mérito de suprimir el Consejo Valenciano de Bienestar Social, organismo de participación social pionero en el Estado español y modelo para diferentes comunidades autónomas. Es paradójico que, mientras se despliega este interés por el contacto directo, esta fiebre por la presencia en municipios y comarcas, se destruyan los mecanismos institucionales de participación social, o se planteen programas estrellas de neón sin ser presentados, informados o discutidos y sin el conocimiento y debate social de los planes generales que en estas materias se deben desarrollar. Esta actuación evidencia que, desde la responsabilidad y estilo del Gobierno autonómico, se carece de la sensibilidad para abrirse a la comunicación con los movimientos sociales, y lo que es peor: manifiestan sus recelos con organizaciones sociales y entidades que no conocen, ya que sus referencias sociales son otras, les falta una implantación social que tratan de suplir con este tipo de actividades. En el fondo cuando el presidente del Gobierno autonómico manda una invitación personal para participar en una fiesta de la tercera edad, lo hace legítimamente desde su responsabilidad de administrador de los presupuestos públicos, pero da la impresión que se pretende incidir en crear una necesidad de relación personal, como me decía un familiar cercano: he tenido carta de Zaplana. Parece que el presidente intente conseguir, a través de la relación social directa, el crearse una percepción ideológica ante las personas mayores que se suministran directamente de este tipo de contactos; es preciso crear el estereotipo: joven presidente, sinceramente comprometido con los problemas de la tercera edad. Esta manera de entender la comunicación con la tercera edad es la continuidad de la forma como entienden nuestras autoridades autonómicas las relaciones sociales presididas por un principio de individualización, en detrimento de las estructuras asociativas y de los movimientos sociales representativos. Un reflejo desde otro punto de vista de la concepción liberal que subyace a actuaciones como las ayudas cheque, los bonos individuales, o las ayudas asistenciales para mujeres que dan la atención de personas dependientes en el ámbito familiar. Tanta fiesta, tanta reunión para que informe el presidente, no es sino una falta de coherencia entre los objetivos que se pretenden perseguir y los instrumentos desplegados, y lo que puede resultar más dramático por su doble utilización: una minusvaloración del papel de la participación social y de la relevancia y dignidad de las personas mayores.

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