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Tribuna
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Gerena

DE PASADAUn torero, una pintora y un filósofo. Al filósofo le gustan los toros; y a la pintora también, según testimonio de un pintor, Juan Suárez, con el que en compañía de otros condiscípulos compartía escapadas casi furtivas a tardes de gloria y albero. El torero se llama José Antonio Campuzano, se crió en Gerena, en la finca adyacente a La Pizana que la duquesa de Alba regaló a los novios de la boda más vista y en la que se celebró el convite más secreto. Campuzano fue de los invitados que vio amanecer en este terrenito de la mayor terrateniente del país. Le dieron el alba y los calentitos y ayer descansó bien porque hoy será uno de los seis toreros que harán el paseíllo en la Maestranza en corrida benéfica a favor de los niños saharauis. Los que en los cuentos caseros en lugar del ogro se los come Hassan. Lo acompañan en el cartel Emilio Silvera, Domingo Valderrama, José Luis Parada, Antonio Manuel Punta y Vicente Salamanca, colombiano que halló un nuevo Macondo en el desierto de Tinduf. La pintora se llama Carmen Laffón. Fue de las primeras en abandonar el escenario del convite, lo que la convirtió en presa propicia de los cazadores de primicias. Esas novedades que anhelaba conocer esa España mojigata e hipócrita que ahora se rasga las vestiduras. Los índices de audiencia, como el algodón, no engañan. La pintora habla poco y no fue de mucha ayuda. Cuando le dieron el Nobel a Vicente Aleixandre, algunos reporteros confundieron a Carmen Conde, vecina de Welintonia, con una señora del servicio. El filósofo se llama Víctor Gómez Pin. Pasaba por la calle Arfe, junto al bar que fuera del Beni de Cádiz, poco antes de que la duquesa de Alba saliera ilesa de las embestidas de un monstruo de mil cabezas que grababa y pegaba empujones. El filósofo es muy amigo de Antonio Ordóñez, abuelo del torero que se casó por Dios, por la patria y la hija del Rey. Gómez Pin vive entre Nueva York y Barcelona, "con una pata en Sevilla y otra en Venecia". Como para no tomarse las cosas con filosofía. No consta que acudiera al convite, réplica taurina de El Banquete de Platón. La pintora salió de la finca al anochecer; el torero, por la mañana; el filósofo, como buen filósofo, si sabe, no contesta. La ciudad seguía su pulso. En las peluquerías preparaban simposios sobre la mantilla de Carmina Ordóñez.

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