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Entrevista:

ALBERTO PELÁEZ HOGAR ABIERTO "Para ayudar a un niño no hace falta que sea de fuera"

Le gustan los niños. Tanto, que tiene cuatro hijos biológicos, dos adoptivos y ha acogido, por temporadas eso sí, una decena. Pero no contento con este número, hace tiempo se puso a pergeñar una asociación para facilitar el acogimiento de menores que, con frecuencia, se eternizan en los centros de la Junta. Consiguió su objetivo. Hogar Abierto es una realidad desde hace ocho meses. P. Es una tarea encomiable. R. No somos salvadores de nada, solo prestamos un servicio. Se saca al niño de la tempestad, pero se trabaja para el regreso a su familia de origen con garantías de futuro. Se trata de que el niño no esté en un vaivén permanente donde nunca acaba de centrarse; se busca dar la familia ideal a cada niño y no a la inversa. Intentamos crear un banco de familias dispuestas a acoger menores. No importa la edad, el lugar ni la clase social. P. ¿Cree que que la administración es lenta? R. Puede serlo por dos razones, porque en cuestión de menores siempre es difícil tomar una decisión y por falta de personal. Si hubiera más personal, las cosas mejorarían. Málaga tiene el mayor número de expedientes y no tiene más funcionarios que otras provincias. P. ¿Qué ventajas tiene para acogedores y acogidos? R. Al niño se le aporta un calor que quizá le ha faltado por la situación de crisis que ha vivido. Pero hay que tratarlo sin hacerle demasiadas concesiones, debe acoplarse al ocio y a las obligaciones. También le aporta seguridad. A las familias, capacidad de diálogo. Incluso, desde una óptica egoísta, es positivo para la educación de sus propios hijos. En esta época donde todo es consumo, es una manera de acercarse a personas que no lo pasan tan bien. Y los tenemos muy cerca, no hace falta que vengan de fuera. P. ¿Hay reticencias al acogimiento? R. Por desinformación y por temor. Un niño bieloruso se queda un mes, después se va y no da problemas. Hay que quitar ese miedo. El acogimiento es gradual y no son pasos que se den sin posibilidad de retorno. Me da pena que a los niños se les pasen los trenes, que pierdan oportunidades o que permanezcan en un centro hasta los 18 años. Eso es lo que queremos evitar desde Hogar Abierto. P. ¿Se corre el riesgo de acostumbrarlos a un mundo que no es el suyo? R. La concepción de que se le da un caramelo y luego se le quita es muy conservadora. Es una experiencia más que el niño acumula y un incentivo para la familia en crisis que le hace espabilarse. Un incentivo positivo, un aliciente que contribuye a la recuperación de la familia biológica. P. ¿Se ha avanzado? R. Sí, pero todavía hay mucha desinformación sobre estas medidas de protección. En general, la gente es solidaria, pero hay que canalizar esa solidaridad.

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