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Una herencia inesperada

Un anciano que vivía modestamente deja a la Comunidad de Madrid más de 600 millones para ayuda a la infancia

Vicente G. Olaya

A mediados del pasado mes de febrero, Julio Martínez de Bujande, de 80 años, se sintió mal. Pidió a la asistente social que le había puesto el Ayuntamiento de Madrid para ayudarle en las labores de la casa -vivía solo y no tenía familia- que le llevase urgentemente al hospital público Gregorio Marañón. Martínez de Bujande, un policía municipal jubilado, dejó así por última vez su modesta casa de 75 metros cuadrados en Usera, un barrio obrero de la periferia de Madrid, para ingresar en el centro sanitario de la Comunidad.El 1 de marzo, pocos días después de ingresar en el hospital, Martínez de Bujande fallecía de un cáncer. Nadie imaginó en aquel momento que el solitario anciano al que nadie había visitado durante su estancia en el hospital era poseedor de una enorme fortuna -cuya cuantía puede superar los 600 millones de pesetas en fincas, pisos, acciones y cartillas de ahorro- y que ésta había sido dejada en herencia al organismo público que había cuidado de él en los últimos días de su vida: la Consejería de Sanidad de Madrid.

Un mes después de la muerte del anciano, un abogado pidió ser recibido personalmente por la consejera de Sanidad, Rosa Posada. Era el albacea de Martínez de Bujande. El fallecido había nacido en 1918 en el municipio navarro de Lequín y murió en marzo en el hospital público Gregorio Marañón. El abogado anunció que el anciano había dejado en testamento "entre 500 y 600 millones de pesetas" a la Comunidad de Madrid para "realizar obras de ayuda a la infancia y a los drogodependientes". El albacea reconoció, además, que le estaba siendo difícil conocer la cuantía exacta de la herencia, porque aún le faltaban por encontrar algunas fincas de Martínez de Bujande. Rosa Posada anunció ayer que se cumplirán los deseos del anciano y que la Comunidad dedicará el legado a abrir varios pisos de tutela para menores por toda la región y diversos centros de acogida para drogodependientes. "Estamos pensando que todos estos centros lleven el nombre de la persona que los va a hacer posibles", afirmó ayer Posada.

Julio Fernández, de 84 años, vecino de la misma casa donde vivió Martínez de Bujande, fue su único amigo. "Julio no se hablaba con nadie, sólo conmigo. Nos íbamos al parque y charlábamos de cuando él era guardia municipal. Hablábamos de cuando hacía las rondas por el centro de Madrid, de las fulanas de la calle de Montera, de esas cosas que hablamos los jubilados. Tonterías para pasar el rato".

Fernández recuerda que su amigo estaba enfadado con todo el vecindario. "No quería pagar los recibos de la casa. Llegó a deber 57 meses, y eso que sólo pagamos 1.500 pesetas al mes. Yo siempre le decía que tenía que pagar, pero se negaba y se negaba, hasta que, al final, le convencí. Eso le provocó muchas enemistades. Pero creo que le daba igual, porque era una persona muy solitaria". Martínez de Bujande dedicaba la mayor parte del día a pasear. "Nunca gastaba nada. Creo que fue el único vecino que no hizo obras en la casa, por no gastar. Tampoco iba al cine, ni al teatro, ni a cenar fuera. Siempre estaba en casa. Como mucho, se marchaba con la peña de cazadores a dar un par de tiros", relata Fernández.

Su amigo cree que el anciano "tenía algo de dinero, pero no mucho". "En una ocasión me comentó que se lo iba a dejar a un hermano suyo, que es fraile en Venezuela. Pero el hermano le dijo que no lo hiciera, que él había hecho voto de pobreza y que la compañía a la que pertenecía era muy rica. Por eso, lo mejor que podía hacer era dejárselo a alguien que lo necesitara de verdad". Julio Fernández cree recordar que su amigo le comentó, en alguna ocasión, "que estaba pensando dejar el dinero a una congregación de monjas navarras, pero algo debió salir mal porque se echó atrás". Y añade: "Pienso que, al final, se lo dejó todo a la Comunidad de Madrid, porque siempre estaba diciendo que cuando se muriese todo se lo iba a quedar el Estado. No sé, era buena persona, pero un poco agarrado".

El jueves, el Gobierno regional aprobará recibir oficialmente la inesperada herencia de Martínez de Bujande, un anciano al que una asistente social del Ayuntamiento le ayudaba en las labores de casa porque él no podía pagarla. Esta mujer ha recibido como herencia la vivienda del anciano.

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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