La conciencia crítica del PNV
EA subraya su apuesta por la independencia y censura el entreguismo de los peneuvistas
La trayectoria de Eusko Alkartasuna (EA) está marcada por una memoria genética que le ha condenado a vadear el arco nacionalista marcando distancias respecto al PNV y a la connivencia con la violencia que ha caracterizado a HB. Carlos Garaikoetxea ejerce un liderazgo incontestable en esa búsqueda, para algunos imposible, de la equidistancia en la comunidad nacionalista. Las "cordiales" relaciones que durante esta legislatura han mantenido con el partido que preside Xabier Arzalluz en la gestión de las instituciones tienen su contrapunto en la expresión del discurso más ideológico, donde EA subraya su apuesta inequívoca por la independencia de Euskadi a la vez que pregona el entreguismo de los peneuvistas que pactan con Madrid.El nuevo rostro electoral de HB ha supuesto una incomodidad imprevista frente a la que ha reaccionado con desconfianza, tildando a la agrupación Euskal Herritarrok (EH) de "movimiento estrictamente electoralista" mientras no rechace la violencia. Las encuestas no pronostican en ningún caso un avance en el respaldo electoral a EA, que en el mejor de los casos mantendría sus ocho escaños, de contrastada valía en un mapa electoral tan fragmentado.
La oportunidad perdida para configurar un Ejecutivo al margen del PNV tras las elecciones autonómicas de 1986, a los dos meses de producirse la escisión en el nacionalismo moderado, coincidió con la punta de sierra electoral de Eusko Alkartasuna, que obtuvo 181.000 votos. El tripartito que se esbozó entre PSE, EA y Euskadiko Ezkerra se quedó en simulacro. Desde entonces el partido liderado por el ex lehendakari Carlos Garaikoetxea arrostró la penitencia agotadora de matar al padre un día sí y otro también.
Conciencia crítica y radical del nacionalismo moderado y de sus tentaciones "entreguistas", en sus doce años de existencia ha conseguido consolidar su posición en el entramado institucional de Euskadi con una exhibición nítida de sus aspiraciones independentistas y un difuso discurso socialdemócrata que le singularice en la comunidad nacionalista. EA se presenta a los comicios del día 25 con un discurso transparente en favor del derecho de autodeterminación, que comprende "su proclamación como pueblo, la delimitación de su territorio, la fijación de la ciudadanía, una organización política interna y el establecimiento de relaciones libres con otros pueblos y Estados".
El respaldo de los electores se ha ido atenuando en la última década hasta estabilizarse en la franja de 100.000-120.000 votos bajo el liderazgo incontestable de Garaikoetxea, un presidente carismático que ha logrado que el partido no quedara circunscrito a Guipúzcoa, donde el cisma nacionalista sembró heridas indelebles y donde EA obtiene la mitad de sus votos.
Los cantos de sirena del PNV para presentar listas conjuntas y otras iniciativas reconciliatorias no han hecho mella porque se han interpretado como una estratagema para la absorción. EA es como una estrella que rota en el límite del campo de gravedad de un agujero negro, el PNV. Garaikoetxea, que reivindica el pluralismo dentro del nacionalismo, proclama: "Somos la socialdemocracia del nacionalismo".
Carlos Garaikoetxea (Pamplona, 1936), con seis candidaturas a la Presidencia vasca a sus espaldas y otros tantos años en Ajuria Enea (1980-1986), es el contendiente más veterano para los comicios del 25 de octubre. Había anunciado que no volvería a presentarse, pero las circunstancias internas del partido y las incertidumbres que plantea abrir la caja de Pandora de su sustitución le han obligado a retractarse. Los 15.348 militantes, según la cifra oficial, no cuestionan su figura, aunque la confección de las candidaturas para las autonómicas sí deparó una fuerte contestación interna.
La primera experiencia de gobierno de coalición de EA resultó traumática. Firmó un acuerdo con el PNV y Euskadiko Ezkerra que dio paso al primer tripartito nacionalista en enero de 1991. Su vuelo fue muy corto. La necesidad vital de marcar distancias respecto al PNV embarcó a EA en una campaña de presentación de mociones por la independencia en los ayuntamientos que exasperó al partido de Arzalluz. La coalición duró nueve meses y, tras la ruptura, el PNV restauró su acuerdo con el PSE en el Gobierno de Vitoria, reeditando el que ya había gobernado entre 1986 y 1990.
La pérdida aquel mismo año de la Diputación de Guipúzcoa y del Ayuntamiento de San Sebastián, que eran los estandartes del enraizamiento institucional de EA, por el acuerdo entre los partidos de Arzalluz y Ramón Jáuregui ya había enconado lo suficiente una relación que no se restablecería hasta 1994. Desde entonces, las relaciones con el PNV se han normalizado y fortalecido en las instituciones, aunque en el escenario político las reticencias y reproches mutuos afloren con frecuencia. Garaikoetxea sostiene que "el PNV endereza constantemente su política mirando a EA".
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