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Reportaje:DESVÁN DE OFICIOSMECÁNICO DE MÁQUINAS DE ESCRIBIR

"La informática nos avasalla: es de usar y tirar"

Manuel Alonso admira a Bill Gates, pese a que los ordenadores le hacen refugiarse en la restauración de viejas teclas

Manuel Alonso se pregunta de qué podrá vivir a medio plazo. Recuerda que hubo un tiempo, no muy lejano, en el que las oficinas sonaban. Tenían un ruido característico, una cadencia sorda que delataba el ritmo de trabajo. Era el sonido de las máquinas de escribir manuales, que solían accionar mecanógrafas ya desprovistas de manguitos. Ahora, la silenciosa informática ha arrinconado aquellos armatostes metálicos. El teléfono es la fuente casi exclusiva de ruido en los despachos, que Manuel ha dejado de visitar con asiduidad.Alonso es, a sus 49 años, un veterano mecánico de máquinas de escribir. Desde que cumplió los 14 trabaja en un establecimiento de venta y reparación de estos artilugios ahora condenados al desván. O casi.

-¿Hay quien use aún máquinas de escribir manuales?

-Sí. La gente mayor continúa utilizándolas en casa. En las oficinas suele haber alguna para rellenar los sobres y los formularios de la Seguridad Social, o para algún director que la emplea para su correspondencia personal. El tercer grupo de usuarios es el de los escritores, pero no sé si ésos las manejan de verdad o si las tienen de adorno.

Alonso, que se enamoró del oficio siendo chaval, lo mantiene con cierta dificultad: lleva años corriendo contra el tiempo en el taller que comparte con un socio en la calle de las Huertas, 17. El establecimiento se llama Mochales, como el anterior dueño y jefe de Manuel, que lo inauguró en 1941.

"Cuando yo empecé en esto", relata el mecánico, "estaba en pleno apogeo la Lexicon 80, un modelo manual de la marca Olivetti que era buenísimo. En la década siguiente, la de los años setenta, llegaron las máquinas eléctricas. Fueron una revolución, sobre todo cuando salió el modelo de IBM que tenía una bola que permitía elegir entre varios tipos de letra. Además, disponía de una tecla correctora", añade. Manuel tuvo que hacer, gustoso, varios cursillos para poder arreglar los nuevos modelos que funcionaban enchufe mediante. En los años ochenta, cuando Alonso ya dominaba a la perfección las triquiñuelas de las máquinas eléctricas, se impusieron las electrónicas, que aportaban memoria y visor. Y vuelta a empezar con el reciclaje formativo, a menudo pagado del propio bolsillo.

Sin embargo, la carrera del mecánico en pos de los avances tecnológicos no había hecho más que empezar. Y eso que ya era contrarreloj. El sprint llegó con la implantación masiva de la informática, a partir del año 1985. Y continúa: la meta se aleja continuamente. Alonso ha aprendido de chips y circuitos integrados para ser competitivo, pero los aparatos no paran de cambiar.

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"La informática nos ha desbordado. Nos avasalla, porque los avances se producen a una velocidad de vértigo. Con la reparación de las máquinas de escribir manuales han podido vivir tres generaciones. Con la informática, si logra vivir una ya es mucho, porque produce aparatos de usar y tirar. Se quedan obsoletos en 15 días", reflexiona Manuel. Además, resulta complicado obtener los conocimientos que requieren los artilugios inteligentes. "Cuando uno va por libre, como es mi caso, resulta muy difícil adquirir la formación necesaria para poder arreglar los aparatos nuevos", lamenta el mecánico. "Para un carnicero, las vacas son siempre las mismas. En cambio, aquí, cuando te pones al día en una cosa, sale otra".

Este Tántalo con eterna sed de aprendizaje no pierde la moral. La ayuda de un hijo experto en informática y su propio empeño le permiten montar y reparar ordenadores, faxes o impresoras. Pero su corazón sigue junto a las teclas metálicas o de baquelita.

-¿Cuál es la avería más frecuente de las máquinas de escribir? -En las manuales, el problema más habitual es la suciedad. Lo más difícil de arreglar son los problemas derivados del defecto del mecanógrafo que, por ejemplo, golpea más fuerte una tecla que otra. En el caso de las máquinas eléctricas falla el motor. Las electrónicas apenas se reparan, porque suele salir más caro el recambio que un aparato nuevo.

-¿Y en los ordenadores?

-Esos fallan poco, a no ser que el usuario se confunda y borre los archivos, por ejemplo.

Sobre el banco de trabajo de Alonso están destripadas varias máquinas viejas. Por ellas pasa el futuro, considera el mecánico. Y ello a pesar de que las oficinas -antaño los mejores clientes- hayan cambiado el tecleo metálico por el plástico. La paradoja no es tal: los instrumentos antiguos de mecanografiar tienen una cotización creciente. Una Underwood en buen estado puede costar 50.000 pesetas, y una Yost centenaria, el doble. En cambio, "nadie quiere los ordenadores de segunda mano". "No me entusiasman las antigüedades, pero veo que es la restauración la mejor salida en mi oficio", sostiene.

-¿Después de todo, qué piensa de Bill Gates?

-Es un monstruo. Le admiro y me da envidia ver adónde ha llegado tan joven, pero se lo ha ganado. Claro que a él no le mandaron a trabajar a los 14 años.

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