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¿Tierra de contrarrelojistas?

Luis Gómez

Quién diría que somos tierra de contrarrelojistas. Seis medallas en cuatro años (Colombia 95, Atlanta 96 y Holanda 98). Nueve victorias en el Tour desde 1991. Nadie cosecha ese palmarés recientemente. ¿De cuándo data nuestra última victoria en una etapa montañosa en el Tour? De 1990 (Induráin en Luz Ardiden). Hace un siglo.Quién podría imaginarse que nos movemos con tanta seguridad frente al cronómetro, con ese estilo irreprochable que ayer mostraron Olano y Mauri. Con esa fuerza para ir hurtando segundos a alemanes, americanos, belgas y holandeses. Sin complejo ante los franceses, a los que miramos de soslayo de un tiempo a esta parte. Qué importan las ausencias ¡A nosotros la contrarreloj!.

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Y qué espejismo. Qué nueva demostración de la virtud de los deportistas españoles para contradecir los genes. Sin tradición, sin escuela, sin técnica, hemos procreado tres contrarrelojistas con derecho a medalla en apenas dos generaciones. Y qué mentira hay detrás de todo ello.

Porque no teníamos escuela, carecíamos de mentalidad, no conservábamos una tradición para educarlos. Induráin porque era Induráin (y era excepcional). Olano porque se ha hecho a sí mismo y nació en la pista para ser sprinter o lo que hiciera falta para ganarse un contrato de trabajo. Mauri, porque ha sabido trabajarse un oficio en la madurez como ciclista. Tres casos diferentes que explican cómo se puede crear lo que no tienes por generación espontánea. Vamos a decirlo: por pura casualidad.

Así somos los españoles.

Queda, sin embargo, la esperanza de que esta experiencia haya servido de algo, impulse otra forma de hacer las cosas a futuras generaciones, obligue a la necesidad de mejorar nuestro estilo, haga que el aficionado entienda las excelencias de una especialidad que permite disfrutar de una de las verdades del ciclismo: la lucha individual, el todos contra todos con el cronómetro como juez, la ausencia de tácticas y alianzas, el empeño por engañar al agotamiento, el valor para comerse una carretera inacabable a la vista. Ganar es divertido. Tener contrarrelojistas ofrece satisfacciones a la vista. Son compatibles con los escaladores (mucho mejor si sumamos ambas virtudes en la misma persona). Y no dejan de resultar prácticos para otros menesteres. Induráin, Olano y Mauri nos han quitado el complejo. En las grandes citas, nuestra fortuna está en la contrarreloj. ¡Qué contradicción! De la casualidad ha nacido una forma de hacer las cosas. Por lo menos, administremos bien esa herencia.

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