En aguas de torpedos
El éxito alcanzado por el PNV al haber llevado a la tregua indefinida a ETA y su entorno acredita la capacidad de maniobra de la dirección nacionalista del mismo modo que muestra su virtú, como diría maese Nicolás, empero ni el éxito ni la tregua deben hacernos olvidar los elementos determinantes del cese el fuego, so pena de correr el riesgo de sufrir amargas decepciones. No me cabe duda que el activador de la maniobra peneuvista se halla en la reacción popular vasca al asesinato de Miguel Ángel Blanco: la movilización iluminó las señales de alarma del Euzkadi Buru Baztar, la hegemonía nacionalista se veía puesta en cuestión y, si no se hacía algo y pronto el retroceso del nacionalismo estaba asegurado. Ese es el primer determinante, el riesgo no ya de derrota electoral el próximo octubre, sino de crisis de hegemonía que situaría al nacionalismo ante la imposibilidad de imponer su discurso a todos los demás, poniendo fin a la anomalía de un partido hegemónico con sólo un cuarto de los votos. El PNV debía parar primero e invertir después el proceso de degradación de los apoyos sociales del nacionalismo, y eso significaba parar a ETA. Por su parte, el MLNV se veía abocado al agotamiento de su estrategia y proyecto: fracasó al no prever la amplitud de la reacción popular en Ermua y a partir de Ermua, fracasó al intentar movilizar sus propias bases para bloquear el encarcelamiento de la Mesa Nacional de HB, y ha provocado el cansancio e irritación generales con la "socialización del sufrimiento" buscada por la kale borroka. Finalmente, ha sufrido golpes durísimos por parte del Estado, políticos y operativos, desde el encarcelamiento citado al desmontaje del aparato de finanzas pasando por la sentencia del caso Marey. Y mientras tanto el proceso irlandés les sumergía en la soledad. La derrota militar era imparable, se trataba de lograr evitar lo que Eguibar llamó en su día la humillación política de ETA, pues su pagano sería el nacionalismo. Ese contexto explica la tregua, a la que el acuerdo de Estella sirve de cobertura y permite a ETA en su comunicado emular al enano de la venta. Resulta tan curioso como ilustrativo del grado de debilidad de ETA y su mundo, que tras 20 años de reclamar negociación ETA / Ejército, primero, ETA / Gobierno del Estado después, cosa lógica si se contemplaba el problema en términos de un contencioso entre España y Euzkadi, a la postre el MLNV ha tenido que aceptar una negociación que configura al conflicto en los términos en que primariamente es desde hace años: un contencioso que afecta a los demás, pero un contencioso que lo es entre vascos, y que enfrenta a vascos fascistas con los que no lo son. Y ello hasta el punto de que los presos no reciben en el comunicado ni una sola línea. Tratándose como se trata en estos momentos no sólo de un conflicto entre vascos, sino sustancialmente de un pleito intranacionalista, la negociación que viene va a ser cualquier cosa menos sencilla. Para PP y PSOE los límites están bien claros: en términos positivos los principios constitucionales, en términos negativos, no hay solución política arrancada por la violencia. El margen de maniobra es, pues, estrecho, mucho más que en el caso irlandés desde el momento en que el País Vasco cuenta con una autonomía amplísima 20 años ha. Por el contrario, el MLNV necesita de alguna concesión políticamente significativa, no basta con la generosidad y la integración ( recuérdese que hace menos de un mes de la expulsión de Txelis por defender esa salida) existiendo un autogobierno y dependiendo la integración de Navarra de la voluntad de unos navarros que no quieren mayoritariamente la integración; no está muy claro de donde podría salir la solución susodicha. Mejor es la posición del PNV, intermediario de facto entre unos y otros, pero sólo si consigue explotar una tregua que es suya y conducir las conversaciones a un acuerdo que acepten unos y otros. Sobre el papel el PNV no puede perder, pero si la vía nacionalista a la pacificación fracasa, el escenario temido de un País Vasco sin hegemonía nacionalista puede fácilmente materializarse. A la postre ese es el riesgo del nacionalismo: ninguna guerra finaliza en tablas, cuando llega la paz adviene por la derrota de uno de los contendientes. Qué vaya a suceder es imprevisible, pero si hay que atenerse a los precedentes hay algo que me parece claro. Se acuerde lo que se acuerde, si se acuerda algo, habrá un grupo que no querrá dejar las pistolas, munición legitimatoria la hay, y abundante, en el comunicado de ETA. Autodeterminación, cesiones institucionales y políticas, pretensión de internacionalización, imposiciones a los navarros, etc, son otros tantos torpedos que navegan en las aguas por las que debe navegar el buque de las conversaciones, buque cuyo hundimiento desea al menos parte de la tripulación. La esperanza, pequeña y débil hoy, quien sabe como será mañana, está en la dinámica social de paz que pueda generarse por el momentáneo silencio de las pistolas.
Manuel Martínez Sospedra es catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Valencia.
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